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lunes

Lucas Mertehikian lee Varadero y Habana Maravillosa


Compuesto de tres cuentos y una nouvelle, los cuatro relatos se caracterizan por estar situados en un tiempo indefinido, que bien podría ser un futuro cercano en el que algunos miedos del presente se han actualizado. Sin embargo, al revés de como suelen proceder la mayoría de las novelas o filmes sobre distopías, Hernán Vanoli no exagera.
Lejos de querer construir el verosímil exacerbando todo lo que puede caracterizar una situación, los cuentos construyen una atmósfera realista que, de repente, aparece interrumpida por un único detalle. El elemento disruptivo puede ser, por ejemplo, el sexo (como en “Varadero y Habana maravillosa”, cuento que da título al libro) o la enfermedad (“Funeral gitano”). Así, Vanoli profundiza sobre un eje problemático del presente para sumergirnos en un momento impreciso que nos pone en alerta. El lector no sólo se preguntará “¿qué pasará?” sino también “¿qué ha pasado?”.
Como en los mejores momentos de Las Islas, de Carlos Gamerro, Buenos Aires se vuelve un lugar fantasmal: reconocemos nombres de calles, pero no llegamos a ver detrás de la bruma que la narración de Vanoli levanta. El futurismo es, de esta manera, sólo una excusa para poner en evidencia algo que todos sospechamos desde algún tiempo: las ciudades (el mundo) se están volviendo un poco extrañas. El turismo como forma prototípica de conocer otros lugares y otras personas –presente en casi todos los cuentos- y la técnica como mediación permanente entre nosotros y lo que nos rodea (“A la larga la relación con la tecnología es una cuestión de fe”, escribe Vanoli) parecen estar encargándose de ello. Freud decía que siniestro es aquello familiar que, de pronto, muestra un costado oculto. Varadero y Habana maravillosa, en este punto, tiene bastante de siniestro. Por ser el primer libro de Vanoli es además (y más que una promesa) un muy buen comienzo.

Publicado en la Revista Ñ, 30/4/2010

miércoles

Pinkis y Cerebros, tenemos planes, pizza y discusión pulenta

Felix dice
-No, che -como protestando- ¡para eso tengo que estudiar!
Viole dice
-Claro hijo de puta, ¿la querés todas de arriba vos?

Risas, obviamente. Acusaciones de chantismo.
.otro tema.
-¿Y cómo hacemos?

-¿Salió lo del subsidio? Esa novela es buenísima y el autor ya tiene otras cosas interesantes publicadas, ojalá sí, ¿hay chances decís?.

-No creo que ahí haya acomodo pero qué se yo.

-Las tapas del libro de L ya están diseñadas.

-No, no, llamé y todavía no se sabe.

(¿Estamos condenados a ahogarnos en esta marejada roja de aguas vivas de incertidumbre? En Monte Hermoso, ciudad balnearia, hacen mil grados de calor y viento norte: en el mar hay aguas vivas. La gente, acaloradísima, se queda en la orillay mira el mar con deseo pero no puede entrar con 40grados de calor, 50 de térmica, viento norte, mirar eso es; sigamos)

-Sí, pero somos sapos.

Eso lo digo yo pero es una pavada fenomenal por eso en realidad no lo digo, lo pienso, somos tamarisco y venimos de minigloria y garrón y estoy proyectando, efecto Buenos Aires cemento y humedad. Mini gloria es Mini qué bueno que esto suceda.

¿Saltemos para adelante cargando catálogos como marsupiales voluntariosos?
Tamarisco como un árbol de Alicia que toma una forma antropomórfica, y te abraza y te pega como estrategia de supervivencia; o se queda quieto y espera crecer. (nunca dijimos esta noche, ¿pero quién lee?, cero rollo)

-Ay, ella te saca el lado bueno de cualquier cosa
-¿Yo?

Risas adrenalina a pesar de la gastada; el campo cultura como fresas silvestres en medio de la pizza recalentada, es una metáfora, es literal. Las fresas vendrían a ser frutillas, esas cosas tiernas del sur próspero turístico.

-Tenemos un buen catálogo.
-¿Existe el capitalista sensible?
-El libro se sostiene, yo te juro no lo digo porque lo edité yo, les conté que se lo di a mucha gente, y gente feroz de la brutalidad honesta y les encantó.(Varadero y Habana Maravillosa)
-Presentación YA.
-NO
-¿Jamón y huevo? ¿Es necesario tanto?
-Bueno, está bien, pedí una con jamón nomás.
-¿Y entonces vos pedís el presupuesto en la imprenta?
-Necesitamos un diseñador guerrillero y comprometido para esto

-Entonces hacemos la presentación y que el autor se despreocupe, her, ¡vos sos el autor, despreocupate!
-¿Y relanzamiento?
-¿Tres títulos juntos?
-Pero si viene el señor que quiera invertir y nosotros (...)
Ahí digo muchas cosas.

Y Felo dice con su mejor cara de fastidio pacífico:
- Claro, está bien, ya entendíiiiiiii.
Pero yo sigo.
Y Viole dice:
-Qué mina quema cocos
Quemacocos es una expresión que hay que registrar.

Hernán dice
- Pero yo no lo pensé, lo iba a delegar
-Delegalo en nosotros, el libro está bueno, sí, hagamos presentación.
-Grgrgrgrgrgr (es un gesto, se sabe que nadie dice así)
-¿Quién se comió mi aceituna?
Félix culpable.
-¡¡¡La venía cortando para comermela yo!!!

(Una frustración, más bien, una tremenda traición que pudo haber arruinado TODO, como un mate cebado frío, o con edulcorante. ¿El fin de tamarisco, el quiebre de una facción?)
-"Este chop que me pediste es una invitación del encargado"
-Buena onda, gracias
-¿Buena onda? No digo lo mismo ¡No te das cuenta de que es porque te quiere levantar!
-...
-Bueno, por ahí estoy muy paranoica

Vos pensás en toda la irradiación de sentido, pero presentarlo es una mini fiesta que
...la identidad
¿Nos comprometemos?
¿llegamos?
¿tres títulos?
Bueno, armo un mail entonces de lo que tiene que hacer cada uno MAÑANA

¿con qué librerías?

Se viene la maratón
si si dale dale
TODAVIA NO ARMÉ EL MAIL
¿ALGO VA A SALIR?
te juro que termino esto y me pongo a escribirlo ya.

jueves

TAMARISCO EN LA RADIO

Muchas gracias al "bicho" Martín Lipszyc por la reseña radial de Objetos Maravillosos, nuestro primer hit, y la atinada referencia a Tamarisco como "laboratorio de mercado" para otras editoriales más grandes. Para escucharlo, acá.

viernes

Córdoba ida y vuelta


Siempre quise ir a la ciudad de Córdoba. Motivos personales, curiosidad. De lo personal se puede leer algo en algunos cuentos que andan por ahí. La cusiosidad, en cambio, es más movediza y tiene varias direcciones, como una brújula rodeada de imanes. Quizá sea por eso que recién el sábado pasado, a la noche, me subí al micro y me fui para allá.
Me había invitado Carlos Ferreyra (nada que ver con los del Palacio Ferreyra, dice él cuando me muestra el museo, durante el city tour), que trabaja en La voz del Interior y es editor de Editorial Recovecos. El plan era llegar el domingo a la mañana, pasar el día allá, a la tarde leer junto a Diego Vigna y Hernán Arias en la Feria del Libro (coordinó Fernando Stefanich), y volver esa misma noche. Pensaba, durante el día, recorrer la ciudad. Quizá ir al Comando de Comunicaciones 141, donde mi viejo hizo la colimba como infiltrado del ERP en el 72 y lo entregó en el 73 (poco antes de su baja), momento desde el cual quedó en la clandestinidad hasta que desapareció, también en Córdoba, en el 76.
Él no era de allá, era de Villa Mercedes-San Luis. Estudiaba abogacía, militaba en el ERP y le tocó la colimba. Su apellido era Giménez, además, no Bruzzone, que era el de mi vieja. Así que Félix Giménez estaba allá de paso, en cierta forma. Como yo el domingo. Es decir: de paso, esa sería una forma de ver las cosas. Porque al final él se quedó allá. O su cuerpo, si se quiere, se quedó allá: en alguna parte. Y creo que todos en mi familia paterna, aún sin haber nunca pisado suelo cordobés, de alguna manera también nos quedamos en Córdoba.
Sin embargo este viaje estuvo libre de todo eso. Porque lo que podía ser un recorrido personal y casi telúrico se convirtió en Carlos Ferreyra yendo a buscarme apenas llegué. Nos tomamos un café en Dean Funes y Velez Sarfield, donde hacía unas semanas los empleados municipales habían incendiado la librería que hay en la esquina; esperamos a Arias, con quien nos instalamos en un hotel del centro, y de ahí nos fuimos a un asado en lo de Ferreyra, en las afueras.
En el asado también estaban Hernán Brienza, Sergio Gaiteri y su chica embarazada, Alejo Carbonel, Diego Vigna, el tucumano Fabián Soberón. No me acuerdo mucho de qué hablamos. Sí de que el que más habló fue Arias, y Carbonel, y Brienza. Ferreyra y Vigna un poco menos, como Soberón y Gaiteri, y su chica embarazada, y yo. Había mucho vino, eso sí. Creo que una botella por cabeza; y además champagne, y cerveza. Y mucha carne; hasta mollejas, había. Ahora sí me empiezo a acordar un poco más: hablamos de libros y cosas así, y en un momento salió el tema de los taxistas, alguien se acordó del libro de Horacio González, que salió hace poco, y Brienza dijo que los taxistas son de la SIDE. No son espías, sino megáfonos, dijo. Después creo que Arias mencionó que el fachismo de los taxistas es por el estatus social de sus clientes: clase media para arriba, que eso los hace escuchar Radio 10 (y afines) para estar a tono con quienes les dan de comer. Y la hipótesis cuajó por un tiempo hasta que Carbonel propuso otro enfoque. Lo de los taxistas, parece, no es sólo la reproducción del discurso de la difusa patronal del cuentapropista. Hay algo mucho más profundo, en realidad, que es la necesidad de encabalgar un viaje con otro en una especie de gran viaje cósmico. Carbonel no lo dijo así, ojo, pero yo ahora lo entiendo de este modo. Cuando un pasajero sube, salen algunos temas y perspectivas de todos esos temas, y el taxista, de un viaje a otro, tiende a seguirlos, como si los hilara a lo largo de todo el día de trabajo, de toda la semana, de toda su vida de taxista. Carbonel usó el término cadáver exquisito: el taxista hace lo que puede con los fragmentos que le agrega cada pasajero al relato inicial, que es el del primer pasajero, y su relato, así, nunca llega a organizarse, porque siempre es un relato en vivo, improvisado, que además depende de intervenciones bastante aleatorias. En su momento lo entendí, y me pareció muy preciso, a pesar de que ahora los argumentos se me pierdan un poco. Para terminar, mencionó la capacidad narrativa de algunos taxistas, que cuentan la anécdota que tienen en mente alargándola o acortándola, según el tiempo del viaje, valiéndose de herramientas narrativas varias y asombrosas.
Bueno, la cosa siguió por otro lado, se habló de antologías, de los libros que ahora Carbonel publica en su nuevo sello, del nuevo sello que hay allá, bastante popular, con ediciones agotadas en 15 días, por donde saldría la novela de Gaiteri, etc. Al final, nos volvimos un poco borrachos en el auto de Gaiteri: un Duna celeste que rechinaba en cada lomo de burro. Quizá fue taxi, ese auto, o remís (el mapa cósmico crece); quizá el mismo Gaiteri, en algún momento de su vida, fue taxista... Adelante iban él y su chica embarazada, y atrás Arias, Soberón y yo. Arias dibujaba algo en su libreta. Soberón hablaba de pintura y yo dije que odio a la pintura porque tengo un cliente pintor (Duilio Pierri, bastante conocido: de hecho todos los que iban adentro del Duna lo conocían) que me debe tres meses del mantenimiento de su pileta. Todos me dieron la razón, o estuvieron de acuerdo en que mi razón para odiar a la pintura, aunque dependa de mi inutilidad para cobrarle a Pierri, es una razón verdadera. Cuando llegamos, Soberón salió corriendo para la Feria, donde coordinaba una mesa. Arias y yo todavía teníamos tiempo, así que nos metimos en el hotel, vaciamos las últimas cervezas del minibar y casi media botella del whisky que él había ido a comprar mientras nos despedíamos de Soberón. Unos minutos antes de que fuera nuestro turno de correr a la Feria, cayó Bruno, un amigo de Arias, de los años de Arias en Córdoba, y fumamos un rato.
En la mesa leímos lo que teníamos para leer, hablamos. Había un aire de libertad, el día había sido en verdad precioso, lleno de sol, brisa suave, gente tirada en los parques preprimaverales que dan a La Cañada, muy cálidos, casi sin pasto, y creo que eso tiñó un poco lo que dijimos de la literatura, poniéndola en el lugar del gran arte de la libertad. Ahora me acuerdo de un libro de Federico JeanMarie, La patria, donde también, por momentos, se habla de la libertad con ese aire pacifista y un poco iluso que se siente en los buenos momentos.
Yo me tenía que volver rápido. Gaiteri y su chica embarazada me llevaron a la terminal. La despedida, en medio del tráfico, fue breve pero pareció larga; o más que larga, ancha, como la hospitalidad de toda la gente con la que había estado. Ya en el micro, me quedé dormido al instante. El libro de Vigna que había comprado en la Feria, Hadrones, se me cayó al piso y quedó para siempre ahí, en el micro. Igual, antes de eso (lo que realmente lamento muchísimo), a las cuatro y media de la mañana me desperté con la panza revuelta. No sabía si levantarme o no para ir al baño. Siempre me mareo en los micros. Si me levantaba, lo más seguro era que vomitara en el pasillo. Si me quedaba quieto podía volver a dormirme y llegar para vomitar en casa, tranquilo. A la media hora me despertaron las arcadas y bueno, hice lo que pude: armé una bolsa con la frazada que te dan para dormir y vomité adentro, y como el asiento de al lado estaba vacío, dejé mi vómito ahí, envuelto en la frazada que no hacía falta usar para taparme, y seguir durmiendo, porque hacía calor.

martes

Ya no sos igual/ya no sos igual/sos un vigilante/de la po li cía federal

qué triste esa canción, me hace acordar a Comisario de Piolavago que suena más alegre pero es tremenda igual.
En el último Interpretador está la cana, la poesía de la cana, los vigilantes del realismo, la crónica de la bonaherense, los actores crónicos, los críticos y críticas que aguantan mal, los escritores y escritoras de retorcida moral, la federal literaria de la derrota política

porque siempre hay que dudar cuando te dicen que la cosa es solamente así.

LOS POLICIALES:
averiguación de antecedentes
el móvil
la fuerza
declaraciones
según el batallón de infantería de la revista interpretador

preparen sus biromes y sus escarapelas para el desfile del 9 de julio

domingo

¡¡¡¡¡¡¿¿¿¿¿DE RENTAS?????!!!!!

Iván Schuliaquer le pone un orden al tema y cuenta bien pero en otros términos esas charlas que hemos tenido viendo como empieza a pegar el viento más fresquito en el último verano de las necesidades, de las ambiciones.

_Ey, me aumentaron el alquiler pero no me pagaron el sueldo todavía y tuve que pedir guita prestada. Estoy medio en el horno. ¿Si te enterás de alguna changa me avisás?
***
_¿Vos sabés cómo es para tener un poco más de tiempo sin terminar robándoselo a la familia? ¿No habrá que hacer la gran Félix, la gran Fogwill, laburar de algo que no tenga que ver con escribir?
***
_Sí, a mí también me invitaron a esas jornadas, un embole.
_Bueno, pero pagan, hay que agarrar, ¿no?.
_¿En serio?¿Cuánto?
***
_Juan Diego me dijo que se cansó un poco de los Objetos...Ahora está contento pero eh.

***
_El laburo de recepcionista, en un punto, me rinde mejor, me quedan horas libres, las uso para corregir. Está bien.

Vía Crítica Iván quita cualquier fantasía glamorosa y cuenta estas historias en una doble página super bonita que resume ciertas vagas fantasías y domésticas realidades sobre cómo la gente como uno, la que no es como uno, se gana el pan o en otros términos el cronista se pregunta:

“Cuando me pregunten por la literatura argentina, voy a decir que el escritor que tiene más futuro trabaja limpiando piletas”. La frase de un periodista chileno, que hace referencia a Félix Bruzzone, sirve para ilustrar la realidad de quienes se dedican a la literatura en el país. Lejos del lugar en el que muchas veces el imaginario popular los sitúa, los escritores no sólo no viven en una casa aislada, en la montaña o frente al mar, sino que tampoco manejan sus tiempos ni se dedican sólo a escribir literatura. La realidad muestra que son pocos los autores que en Argentina viven de lo que escriben. Pablo De Santis, Federico Andahazi, Claudia Piñeiro, Guillermo Martínez y no muchos más." (...) (cáspitas que hay testimonios de Oyola, Incardona, Bruzzone entre otros y muchos datos con números también.)

Escuchen a Hebe que es una maravillosa cuentista

Vía Eterna Cadencia

"Ayer por la mañana, temprano, Hebe Uhart estuvo paseando por la librería. Le preguntamos qué libro recomendaría para la pizarra de hoy. “Yo leo muchos cuentos por los talleres, a ver qué puedo usar en la cocina”, dijo sonriendo. Mencionó una pila de autores, entre otros a Daniel Alarcón, Santiago Roncagliolo, Alfredo Bryce Echenique. Luego se quedó pensando y dijo: “me gustan mucho los cuentos de Félix Bruzzone“. (...)

lunes

Bruzzone Inrocks!


clickeando, como siempre, sobre la imagen, se logra que ésta se agrande y se vuelva legible en términos textuales.

miércoles

Bruzzone at the end at the begining y everywhere de allá pacá



Como los editores estamos orgullosos como tía jacinta por este escritor así tan proclamado que apareció cerca de nosotros hasta aprendimos a postear en inglés y hacer títulos cosmopolitas y globalizados a ver si se nos pega algo del glamour literario de nuestra decena de autores (ya podrían invitarnos a una fiesta en Palermo llena de extrajeros que compren los libros en euros, no te digo a Inglaterra, ni te digo ofrecernos alguna traducción pero tampoco estaría mal, tenemos passports e ISBN al day además de autores re copantes).

"76
Félix Bruzzone
Tamarisco
144 págs. $ 29
Sin dejar de ser un primer libro de cuentos, el autor aporta cuotas de frescura a la narrativa argentina. En un tema delicado como la dictadura, brinda nuevas reflexiones que, en su novela Los topos (Mondadori), llega al delirio."
La cuestión es que la revista "de cultura masiva", la mismísima Ñ, menciona 76 como uno de SUS ELEGIDOS DEL AÑO en las últimas ediciones de esa revista en 2008 pero...

Mientras tanto...(diría Urman)

En la redacción de ADN Cultura...

María Eugenia García lee, prepara un cuestionario pero quizá también improvisa, frente a Bruzzone, para luego desgrabar, para luego editar, para luego publicar, esta entrevista aparecida en el segundo número del reciente 2009:

"Hasta hace poco, Félix Bruzzone sólo había publicado algunos relatos en antologías de escritores jóvenes. En 2008, con apenas unos meses de diferencia, publicó un libro de cuentos titulado 76 (en Tamarisco, editorial que el autor fundó junto con tres amigos y colegas) y luego la novela Los t opos (Mondadori), dos trabajos que le han dado visibilidad dentro de la generación de nuevos escritores y que han cosechado críticas elogiosas. Hechas de la misma materia prima, las historias de Bruzzone están atravesadas, de principio a fin, por un hecho imposible de eludir: nacido en 1976, Bruzzone es hijo de desaparecidos, condición que comparten todos los protagonistas de sus ficciones.

Bruzzone habla de Los t opos como de una extensión de 76 : "La novela iba a ser un cuento. Pero nunca me cerró y se terminó estirando. Es como una especie de bonus track de 76". Lo que comienza como una historia realista, sobre un chico que se muda con su abuela frente a la ESMA y sospecha que tiene un hermano nacido en cautiverio, continúa con las andanzas del personaje que rastrea su identidad por los lugares mas inverosímiles, en una suerte de road movie desesperada y delirante, llena de situaciones impredecibles. Aquello que en los relatos de 76 aparecía contenido, en Los t opos estalla. Los personajes del libro de cuentos también han crecido al calor de familias sustitutas y viven tratando de llenar el vacío y las ausencias que los habitan. Pero de 76 a Los t opos (una novela de iniciación que explora las consecuencias que los años de la dictadura proyectan en el presente) los protagonistas parecen pasar de niños a adultos ante los ojos del lector.

-¿Por qué parte de personajes con esas características?

-Siempre trato de arrancar poniendo sobre la mesa que el personaje principal es hijo de desaparecidos. Y lo hago para ser honesto, para evitar decir las cosas a medias, para escapar de metáforas de las que se ha abusado en la literatura sobre la dictadura. Como cuando se escribe "Pasaban los Falcon verdes", por ejemplo. Con esas imágenes tan obvias se pierde fuerza. Y se pierde capacidad de cuestionar, que me parece lo más importante respecto del tema de los desaparecidos. Porque aparece un Falcon verde y los que viajan adentro son por definición todos malos. Tengo la fantasía de escribir una novela con un torturador bueno. Creo que hay cuestiones previas a la constitución de una lucha política. En el Falcon verde viaja un tipo que tiene hijos. Me parece productivo escribir desde donde escribo porque el hijo de desaparecidos tiene algo muy previo, la situación de no tener padres. Siempre va a sentir ese hueco, ese no saber qué pasó, ese origen medio bastardo. Para escribir sobre esta experiencia no necesito investigar, porque la viví. Pero en mis relatos siempre termina interviniendo la ficción, que es lo que a mí me interesa al contar una historia. Uno nunca sabe dónde va a terminar, la historia ya es libre" Continúe leyendo...

lunes

¡no digas esa palabra! (y no diremos el título del libro en cuestión)




En la feria de FyL organizada por Colectivo de izquierda el jueves pasado, vendimos Objetos Maravillosos, Ravonnes y, si la memoria no nos falla, algún La marca del milagro también.


Mea culpa:
perdí un cliente potencial comprador cuando ante su pregunta de cómo era tal libro respondí, al tun tun pero con amor: "Es un libro muy entretenido"

Nuestro potencial cliente-comprador-lector me miró con una mezcla de frustración y reproche, y me retrucó con que qué era eso, que cómo se podría definir lo entretenido al tiempo que arrojaba el librito desde una distancia corta, a la superficie del stand, una mesa de plástico redonda que trajo Félix y que una de las chicas organizadoras adornó con papel afiche color navidad, rojo y verde.
Y el cliente, jactancioso, agudo, ofuscado, soberbio, leonino, humillante se fue y logró hacerme sentir bastante estúpida, creo.

Cuando Félix volvió del baño le conté lo sucedido y nos quejamos de nuestras pocas dotes de vendedores pero entre los dos planeamos tener preparada, para la próxima, una buena frase, lo suficientemente ambigüa, de Deleuze y Guattarí.


(también pasaron más cosas, más editoriales, más lectores y escritores, cosas por las que estamos muy agradecidos de que nos hayan invitado, etc, etc )

viernes

La presentación de 76, por Damián Ríos

Las vacaciones de una familia en la playa y una revista porno que se disputan tres amiguitos; un vehículo militar que estuvo en Malvinas; las fotos de tu madre joven; la chica más flaca con la que estuviste; una agenda vieja y una tía loca; el diálogo embrutecido por el alcohol de dos señoras en la playa; aprender a fumar; el relato de un viaje alucinado, bien argentino, de tres amigos. Estos son apenas rasgos de cada uno de los cuentos que conforman 76. Ni siquiera son los rasgos más importantes. Dice un viejo poema escrito en medio de las pasiones de los 70, o de los 60 o quien sabe tal vez hable del 2008:
“Entre no saber nada y saber lo que los otros
quisieron que supiera
debí elegir lo primero;
y después de haber dado rotunda finalidad a un escupitajo
hubiera aprendido con mis propias costillas,
con mis intestinos recorridos por cólicos;
hubiera andado derecho
dinamitando a mis espaldas los que debió ser dinamitado…”
El poema es de Giannuzzi, habla de la Historia, con mayúsculas, y lo traigo a esta mesa porque entiendo que 76 se inscribe en la tensión de “entre no saber nada” y “saber lo que los otros quisieron que supiera” y le pone el cuerpo a esa tensión, que es incómoda, y lo pone en cuentos, en palabras, en tonos que van configurando pequeñas tramas.
En “En una casa en la playa”, las relaciones de poder que se describen son mínimas; tres chicos se disputan la propiedad y el uso de una revista porno en unas aburridas vacaciones con dos abuelas. Como en todas las vacaciones, llueve bastante, y el narrador termina enfermándose después de quedarse una tarde en el mar en un día desapacible, en un acto de resistencia a sus dos amigos que le reclaman la revista y que no se animan a meterse en el mar. El narrador, huérfano, elige refugiarse en un lugar inhóspito ese día, el mar, lejos del alcance de sus enemigos. “Siempre es difícil explicarle a un desconocido que uno no tiene mamá”, reflexiona el narrador y de alguna manera se incluye a sí mismo en esa dificultad y con esa frase pone uno de los cimientos de 76.
En “Unimog” la disputa es por el destino de un subsidio, que debería ser utilizado para arreglar una casa y que en cambio es destinado a la compra de un viejo Unimog, un vehículo de guerra que tal vez estuvo en Malvinas, según el vendedor. El subsidio cobrado es a cuenta de la indemnización que recibió el personaje a causa de la desaparición de su padre, que antes de desaparecer participó en un episodio heroico de la guerrilla urbana de los ’70, la toma del Comando 141 de comunicaciones del ejército, formando parte de la compañía “Decididos por Córdoba”, del Ejercito revolucionario del pueblo. Como en ese episodio guerrillero, el personaje se sube a su Unimog y se dirige a Córdoba, decidido.
En “Otras fotos de mamá” la entonación del cuento es resignada ante una búsqueda infructuosa. La esperanza de que un desconocido le diga algo relevante acerca de la madre desaparecida se frustra; la única esperanza, parece decirnos el cuento, es la literatura, no por lo que nos quiera decir, en el sentido de expresión, porque precisamente el acto de escribir a veces impone un desvío y una distancia entre lo que se quiere expresar y lo que finalmente se cuenta, sino por lo que se pone en juego al poner a funcionar un artefacto literario, con sus herramientas, sus juegos, sus recursos, sus artes.
En “En lo que cabe en un vaso de papel” mientras Bárbara y el narrador histeriquean y deciden qué hacer o qué no hacer con sus respectivas carreras universitarias y con sus vidas, un grupo de obreros, frente al balcón en el que toman mate, avanza rápidamente en la construcción de un edificio más alto “con máquinas ruidosas que a pesar de la distancia se oían nítidas, insistentes”. La trama después toma otros desvíos, la relación se corta, y en una llamada telefónica se terminan diciendo “gracias” y “mucha suerte”.
La revisión de una vieja agenda y la relación con la tía Rita, que piensa que nada sucede porque sí, confluyen en “El orden de todas las cosas”. El relato se resuelve en las peripecias a las que es llevado el narrador, que todo el tiempo está dominado por la tensión del orden que impone esa vieja agenda y la consecuencia de la tía Rita con sus peculiares principios.
En “Susana está en Uruguay”, otra vez la playa que junto al alcohol matizan la espera de Susana. Pero Susana no está en Uruguay, eso lo sabemos desde antes de empezar a leer el cuento y entonces esos diálogos en los que está estructurado el relato nos van proveyendo de las huellas de una tragedia familiar inscripta, a su vez, en una tragedia nacional.
Un cigarrillo que permita fumar bajo la lluvia, sí, pero la esperanza de encontrar un pretexto que permita salvarse de algo más grave a la que podemos llamar “La historia”, o de sus consecuencias, es el tema de “Fumar abajo del agua”.
La locura o el delirio dominan “2073”, un relato de anticipación que también funciona como reflexión sobre la historia. 2073, 1973, 2008. Una palabra lleva a la otra, esta a una frase y a otra frase y entonces una voz, un tono que echan luz sobre la trama que compone ese relato alucinado conque termina el libro, y uno no sabe si de alguna manera ya la leyó en los otros cuentos de 76, o si fue en otros libros, o fue algo que alguien dijo hace tiempo. Y ahí se produce esa confusión que a veces genera la literatura, cuando aparece la historia y no sabemos si se trata de un delirio, de un sueño o de un recuerdo propio, o si en realidad no es ese modo de contar el que hace pasar una alucinación por una historia o una historia por una alucinación y es a ese procedimiento que le llamamos literatura.
Tensionados entre saber y no saber algo de la Historia se han escritos estos cuentos, tensionados entre arriesgarse y no, pero al final de algo se enteran, algo se sabe, al final se arriesgan.
En la contratapa las palabras “Autobiografía”, “libro de cuentos”, “protonovela” y “novela rota”. La literatura del yo no existe, es sólo un pretexto para la publicación de artículos en libros colectivos que dan puntaje para una carrera académica, algo totalmente lícito pero no esperemos creerque eso sea verdad. Si se quiere, aceptemos que existe pero que es ajena al impulso que lleva a ponerse a escribir un libro o a leerlo. También se habla mucho de las literaturas generacionales. En todo caso hay que decir que este libro da cuenta, con su tono a menudo intimista, de una tragedia personal que también señala una tragedia histórica, que tiene fechas, cifras, y se hace cargo de ellas desde el mismo título. Pero, yo lo sé muy bien, escribir contratapas es difícil y a mí nunca me salió ninguna como la gente. ¿Qué más puede decir un editor acerca de un libro que eligió entre decenas? Llegado ese punto, ya no hay nada que decir, sólo hay que poner la plata para la producción del libro y tratar de hacer bien el trabajo.
Como personajes de un cuento de Bruzzone, inventamos una empresita con un amigo para tratar de vivir de ella. Nos llegan mails de todos tipo: autores que quieren que los representemos, novelas, libros de cuentos, borradores de proyectos y preguntas. Ayer, cuando releía 76 me entró el mail de una señora a la dirección de mi empresa cuyo asunto decía: “ayuda” y seguía así: “necesito ayuda para publicar un buen libro pero no se como aserlo necesito ayuda”. Nada más, ninguna firma. Al principio me causó gracia, pero después me preocupó. Hay, en alguna parte de la Argentina, una mujer que está convencida de que escribió un buen libro y su problema es que no sabe como publicarlo y me escribe. Le contestaría diciéndole que es más difícil escribir un buen libro que publicar, pero no creo que eso calme su angustia ni que la tranquilice, y además eso no es lo importante. Le escribiría diciendo que la puedo ayudar, pero lo más seguro es que ese libro ni siquiera me parezca tan bueno. Pero hay que ponerse en mi lugar. Los cuentos de 76 me conmovieron al punto que tengo más preguntas que certezas. Estoy conmovido por este libro y estoy pensando este libro y anotando mentalmente una serie de preguntas que le quiero hacer al autor acerca de sus gustos, sus elecciones, sus afinidades, etc., y me entra el mail de esta señora, que no hace otra cosa que angustiarme. Señora, si escribió un buen libro póngase a escribir otro, no se preocupe por publicar y lea a Bruzzone, está editado por Tamarisco, debería contestarle. Se trata de un libro de cuentos que trabaja entre otras cosas la orfandad, que no es otra cosa que la desesperación que implica la imposibilidad de tener padres. Los personajes de Bruzzone no pueden tener padres y ésa es su tragedia y de esa tragedia esta hecha amorosa, tiernamente su literatura. Venga esta noche a la presentación, por menos de treinta pesos se lleva un ejemplar. Los periodistas ya andan diciendo que es el libro del año pero usted y yo sabemos lo proclives que son los periodistas a encontrar libros del año a cada rato, todas las semanas, todos los días, en cada posts algún blogoperiodista reclama para sí el descubrimiento del libro del año; siempre fueron así, señora, los periodistas, es parte de su profesión. Y este libro, señora, no tiene padres literarios. Tiene abuelos, porque los cuentos están marcados por el magisterio que ejercieron en el género figuras como Cortázar y Walsh, antes que Aira o Fogwill. Nadie elige a sus padres pero sí puede elegir si quiere o no vivir con sus abuelos y se reserva el derecho de elegir a los afectos con las que encarará proyectos literarios y editoriales o ciclos de lectura. Y la publicación de este libro en Tamarisco, señora, y no la publicación de uno suyo o uno mío, habla de eso. Todas las noches, en Buenos Aires, en Córdoba, en Rosario, en Bahía Blanca, en toda la Argentina, hay alguien leyendo su poema o su cuento a un pequeño auditorio. ¿No es increíble? También es hermoso. Señora, usted y yo somos mayores. Ya es tiempo de que dejemos la literatura. Sentémonos a mirar cómo se las arreglan Bruzzone y sus amigos con ella. Veamos qué hacen ellos con las palabras, escuchémoslos sonar. Al final, estoy seguro que va a ser emocionante. Mientras tanto, es conmovedor y a veces admirable.
Muchas gracias.

miércoles

76 reseñado en Ñ

En la Ñ de este último sábado, Virginia Cosin hizo una lectura más que interesante de 76. Acá va una parte del primer párrafo de la reseña:


"De un tiempo a esta parte, las representaciones -sobre todo en el cine-, de la úlitma dictadura militar en la Argentina, comenzaron a abandonar cierto discurso instalado cuya visión de la historia respondía a modelos binarios: bien-mal, verdad-mentira. En el ámbito de la literatura, sin embargo, este proceso parece demorarse (...) esta parte de la historia argentina hasta ahora ha sido elidida o tramitada con un lenguaje impostado y pretencioso. Resulta, entonces, un acontecimiento la aparición de un libro como 76."


En breve, la versión completa y escaneada.



martes

Supermercado Cultural

Hoy a la mañana suena el teléfono. D. Conti (ex ERP, ex novio de mi vieja, ¿algo que ver con Haroldo?, no sé, yo de Conti nunca leí nada), que dice que vio en Ñ la nota sobre “76” y quiso ubicarme. “Por fin ese supermercado cultural me sirve para algo”, dijo. Intercambiamos fotos por mail. Vive en Córdoba (Calamuchita), así que en la foto hay sierras, árboles, una casa de madera y techo de chapa, bancos para exterior cavados en pedazos de troncos. Se lo ve de lejos. La foto es puro paisaje. Capaz que, como ironizó él mismo durante la conversación, es un “servicio”. Aumenté la imagen pero nada, cuadraditos de colores. Después de eso, subiendo una cama al techo del auto, Valentino se hizo pelota un dedo del pie. Y durante el almuerzo, Eugenio casi se ahoga con un pedazo de salchicha. Sol le metió los dedos en la boca, lo dimos vuelta, patas para arriba, y le pegamos en la espalda hasta que la salchicha salió disparada, fueron varios segundos. Sol después se sentó con los ojos cerrados en el futón. A mí me temblaban las patas. Este tipo que llamó es yeta, dijo Sol. Habrá que esperar.

lunes

Bruzzone en la Televisión Pública (que no es más ATC)

"Hacela corta

hoy puse el despertador para ver la entrevista que le hicieron a Felix Bruzzone en “la televisión pública”.
Buenísimo.
El universo del hijo de desaparecidos. Y en 5 habló de identidad reivindicaciones y lo que se pudo de literatura. En la última pregunta había, seguro, alguien de producción, haciendo gestos de atrás de las cámaras. La chica que lo entrevistaba ahí le dijo :”Sos maestro: una respuesta, breve sobre cómo la escuela debe tocar el tema de los desaparecidos”. Y Félix paró la pelota, levantó la cabeza:”Yo fui a una escuela que estaba buena…
En mi cabeza me quedó esa silenciosa corrección que era no más que sugerir quehablemos bien de esto.
Después me dormí y llegué tarde al trabajo"

MORFES vía RUGE

viernes

dream team de tres

"En este mes leí tres libros de cuentos buenísimos: "Villa Celina", de Juan Incardona; "76", de Félix Bruzzone; y "El ultrabosque", de María del Carril" (dice Pedro Mairal)

lunes

Nueva reseña: el Malón Literario lee 76


Estoy seguro de que el libro de Félix va a molestar a unos cuantos y a cambiar ciertas maneras de leer mucho de lo que se escribió "sobre el golpe" que nosotros, demócratas culpógenos y sobreescolarizados, tuvimos que soportar durante varios años. Hay que tener en cuenta que recién atravesamos el primer círculo de reseñistas cultos, o mejor digamos de lectores (casi) profesionales y no militantes en un sentido tradicional. Para mí, ya que seguimos en el boludeo literario, 76 fuerza los límites del realismo sedante, y en ese sentido tiene algo de kinder con gillette, de peluchito que muerde. Esa es una de las muchas razones por las que me atrae.

Dentro de un par de años, cuando algún pibe en tren de resolver una monografía se ponga a buscar los primeros hitos de la recepción de 76, tal vez este pequeño blog haya servido para algo. Tras la lectura del Gordo Gostanián, ahora es el turno de Patricio Erb:

En "Unimog", el personaje del cuento confirma lo que sospechábamos, el autor se propone a realizar un revisionismo de los setenta, aunque con un abordaje novedoso en la literatura argentina: la cotidianeidad, la vida de hijos de desaparecidos que están por fuera de la lógica política, que chocan de frente con el absurdo de Camus.

La reseña completa acá.

Tamarisco. Trabajamos gratis, nos quejamos igual.

sábado

Incardona y sus Objetos Maravillosos, entre otras cosas, en tirada nacional

“Me pasó algo muy loco que tiene que ver con este mismo lugar, con Eterna Cadencia. Pablo Braun (uno de los dueños de la librería), a quien yo no conocía, un día me mandó un mail para contarme que había leído Objetos maravillosos, en el que aparece Hilda, la señora que cuida los coches sobre la calle Honduras. Pablo salió a la calle con un ejemplar del libro y se lo regaló. Hilda no sabía nada y dicen que se puso a llorar”, cuenta Incardona ...


Villa Celina y Objetos Maravillosos en Página 12 de hoy

Hacete tu colección de la obra completa de Juan Dé.

miércoles

formas de ver

Cuando conocí a Félix yo tenía 18, 19 años. Él un poquito más. Era muy callado, miraba apenas a los ojos. Y hubo un día, una fiesta, creo que era una fiesta. No era importante. Estábamos en una terraza y de lejos se veía otra casa, mucha gente. No nos llegaba el sonido sino las luces: blancas, lilas, rojas. Se prendían y se apagaban, todo el tiempo, todo el tiempo. Si las mirabas fijo te mareabas. Era el auge de la movida electrónica y yo hice un comentario, intenté ser simpática (o irónica). Pero Felix no contestó. Al rato me dijo que a él le hacían pensar en picanas. Después me sonrió, y no dijo más nada, y nos quedamos mirando las luces. Hoy pienso en la frase y creo que ahi hubo un núcleo narrativo. Una manera de contar que se mantuvo, se mantiene. Lo veo en sus cuentos, lo veo en 76 que ya sale, ya sale. Y hay otra gente que también lo ve, aunque de un modo distinto, claro.

sábado

Mochilas 76, misoginia y planes

Todavía no está definida la presentación de 76, pero ya vimos un par de lugares, vendimos un par de libros, jugamos a pensar el show, entramos en la inercia vital del libro en marcha, con mayor o menor ingenuidadde cofradía de lectores-escritores-editores trabajando con ganas.
El miércoles postié que íbamos a vender en otra presentación, "clandestinamente", dije, exagerada, refiriéndome a que no íbamos a exponer el libro pero sí a ofrecerlo directamente sacado de carteras, bolsos y mochilas Tamariscas, 76.
Pero cuando llegamos, fue la editora de Sudamericana y de, entre muchos otros libros, la antología que se presentaba ahí el miércoles pasado quien nos ofreció, trabajadora de la industria con el corazón bolchevique volcado a nuestras breves tiradas y estructura inexistente, ocupar un lugar en el espacio para venta, y quien intercedió para que podamos exponerlo junto a los del gran grupo Random House.
Alguien dijo, escribió y publicó, "esta chica glenda", porque pobre, no piensa que hay gente que está laburando cuando presenta un libro mientras los otros toman champaña y planean la revolución a escala playmobil granjero, en el patio de sus casas, mientras riegan las plantas reaccionarias de quienes los emplean.
Llamar a un hombre escritor por su nombre y apellido, pero a una editora por su nombre de pila sin decir siquiera cuál es su rol, su puesto, trabajo, etc ¿se llama machismo, misoginia, o simplemente malvada boludez?
Sea como sea, el periodismo es cada tanto veneno de cultivo para mediocridad gratuita y prejucio de pataleo espasmódico; que sigan sembrando híbridos tilingos; ellos, allá.
Nosotros hablamos con los otros de que el viernes está el Quinteto de la muerte en un lugar nuevo. Vamos a ir a escuchar y ver qué onda. Ah, y del miércoles, leímos algo más, de entre otras cosas, 76, Glenda Vieites y Félix Bruzzone:

(...)

"Música

Cuando llegué, operadores culturales de tiro corto, críticos literarios part-time, sociólogos insatisfechos y sobre todo narradores del palo disfrutaban pizza (abundante) con champán (escaso) y la música paraba para que Glenda Vieites –la editora más linda e inteligente del mundo– introdujera a Félix Bruzzone que leyó un texto de su autoría. Nadie les dio mucha bola. Estaba programado Leo Oyola, autor de la pieza dramática Tony Plana, incluida en el libro, pero una terrible gripe invernal lo retuvo en su casa. Bruzzone acaba de publicar en Editorial Tamarisco un libro de relatos o novela torsionada de título 76 y se lo veía, como casi siempre, más allá del bien y del mal. La gente quería música fuerte, tomar, encontrarse y charlar un rato."

completo acá