lunes

Lucas Mertehikian lee Varadero y Habana Maravillosa


Compuesto de tres cuentos y una nouvelle, los cuatro relatos se caracterizan por estar situados en un tiempo indefinido, que bien podría ser un futuro cercano en el que algunos miedos del presente se han actualizado. Sin embargo, al revés de como suelen proceder la mayoría de las novelas o filmes sobre distopías, Hernán Vanoli no exagera.
Lejos de querer construir el verosímil exacerbando todo lo que puede caracterizar una situación, los cuentos construyen una atmósfera realista que, de repente, aparece interrumpida por un único detalle. El elemento disruptivo puede ser, por ejemplo, el sexo (como en “Varadero y Habana maravillosa”, cuento que da título al libro) o la enfermedad (“Funeral gitano”). Así, Vanoli profundiza sobre un eje problemático del presente para sumergirnos en un momento impreciso que nos pone en alerta. El lector no sólo se preguntará “¿qué pasará?” sino también “¿qué ha pasado?”.
Como en los mejores momentos de Las Islas, de Carlos Gamerro, Buenos Aires se vuelve un lugar fantasmal: reconocemos nombres de calles, pero no llegamos a ver detrás de la bruma que la narración de Vanoli levanta. El futurismo es, de esta manera, sólo una excusa para poner en evidencia algo que todos sospechamos desde algún tiempo: las ciudades (el mundo) se están volviendo un poco extrañas. El turismo como forma prototípica de conocer otros lugares y otras personas –presente en casi todos los cuentos- y la técnica como mediación permanente entre nosotros y lo que nos rodea (“A la larga la relación con la tecnología es una cuestión de fe”, escribe Vanoli) parecen estar encargándose de ello. Freud decía que siniestro es aquello familiar que, de pronto, muestra un costado oculto. Varadero y Habana maravillosa, en este punto, tiene bastante de siniestro. Por ser el primer libro de Vanoli es además (y más que una promesa) un muy buen comienzo.

Publicado en la Revista Ñ, 30/4/2010

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