miércoles

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sábado

¿la tercera es la vencida? Una reseña de Hojas de Tamarisco

Sí. Mavrakis y Valdés (y cía) se meten con los cuentos Hojas de Tamarisco, sin eludir el debate –la clara discordancia- con Diego Grillo Truba.
La totalidad de la reseña aquí; pero nos tomamos el atrevimiento de sacar de contexto, a modo de invitación a continuar las lecturas, algunas apreciaciones del joven reseñador.


LLEGAR A OTRO MIÉRCOLES DE HERNAN VANOLI
"H. Vanoli ha trabajado un lenguaje con corte exclusivo y confección propia. Constreñidos, sus significantes obedecen a su pura voluntad. Y esta elaborada voluntad narrativa es la que vivifica la trama de su cuento: entre la pesadilla, la carnicería, el desorden y la variedad de escenas y personajes, cualquier cosa puede pasar.Post-sociedadPor otro lado, la trama está dotada de una poderosa concisión: el futuro es pesadilla. Y en la desarticulación que de lo real ejecuta esta pesadilla – desarticulación propia de lo onírico, si se quiere, por no decir "desarticulación del futuro leída desde el estado actual del presente" – perdura – entre otras cosas - una especie de post-sociedad de control. Ciertos hombres son regidos por la voluntad coercitiva de otros hombres con poder"

OTRAS FOTOS DE MAMA, DE FELIX BRUZZONE
"Otras fotos de mamá", de F. Bruzzone, perfila en cambio una violencia insertada en la sociedad y la política del pasado, con poderosos ecos en el presente – ecos que no son ni sentimentales ni culposos ni sujetados a un derrotismo lacrimógeno absolutamente lejano e impropio: el tango de los huesos del pasado es materia de propaganda oficialista, ya no más motivo trillado para escribir.Trátase de un delicado trabajo de genealogía familiar y política – el del cuento – que se cuida alegremente de no caer en la mera exhumación del fracaso ajeno. Para centrarse en el fracaso presente de una primera persona que – el detalle no es menor - respira."

ACTO DE FE, DE SONIA BUDASSI
En el cuento, la inserción astuta de esta voz – y le diría más: la inserción geopolítica de esta voz – lo embebe todo en esa rica veta que es la literatura argentina y política. Si el presente se ciñe a estos dos parámetros fundacionales, como tiempo y como forma, es el cuento mismo el que no se sustrae del contexto político y social del presente. Una aserción provocativa sería que el primer "acto de fe" de S. Budassi es sostener que literatura y política aún pueden marchar de la mano. Y la formularía en tales términos, Mavrakis, si la pudiera defender. Pero S. Budassi me gana. La provocación, de formularla, rebotaría groseramente contra el cuento. Porque "Acto de fe" centra esta voz fémina en una primera persona fructífera en varios aspectos.
(...)Las citas y los comentarios ilustran la habilidad para la construcción de un mosaico. Casi diría, Mavrakis, un enérgico caleidoscopio. En ese terreno gana "Acto de fe": una prosa que trama su propio circuito.

TREBOLES DE VIOLETA GORODISCHER
"Tréboles" prevalece en cuanto se conserva en mente la omnipresencia de un imaginario visual. Es, ante todo, una prosa que demanda una mirada antes que una mera lectura. Allí es donde la escritura construyó – y sin contenerse – su virtud.Y no se trata – solamente - de las escenas en que hay ventanas que se abren, miradas de ojos azules en cabezas rapadas, riquísimos devaneos descriptivos que son como los golpes calculados de un cincel. Se trata también del montaje de cada fragmento.
(...)
El mérito de "Tréboles" es que no recae en un llano documentalismo de la desgracia ajena a la Gastón Pauls. Lo logrado es la manera en que este imaginario visual sitúa al lector casi casi como quien se asomara por una ventana para mirarlo todo y, por si fuera poco, comprenderlo.¿Y por qué sostener que no se cae en el cliché burgués y bienpensante del documentalismo lacrimógeno a la Gastón Pauls? Porque, al final del cuento, los tréboles son trocados por piedras. Como si el destino – o la suerte, o la vida y todo lo demás – fuera un modo de acción, no de padecimiento, y ésta acción un tipo inevitable de violencia."
DE HOJAS DE TAMARISCO
"Como comentario sumario: Hojas de tamarisco opera bajo una única consigna tácita: cada cuento tiene algo que decir. Por eso ninguno se desluce. Sin embargo, cada cual maneja su propia quintita. Y no por aledañas las quintitas tienen que ser comparables entre sí."

viernes

Lo que tiene el 3

Una versión de este texto fue leída en Alejandría

La vida de una deportista de elite es un rosario de ingratitudes. Una empieza así, de inocente nomás, de chiquita lo único que te importa es salir campeona y el premio de conocer el mar con el resto de tus compañeras de equipo, hermosas nenas mancas acompañadas por padres que nunca se cansaron de llevarnos a los castings en los clubes o en la tele, siempre preocupados por los contratos de sus nenas malcriadas que se quejaban de tener que usar pajita para tomar la sopa mientras los demás comían chocolates o hamburguesas o cosas peores.
Y al final ganás el campeonato y viajás a Villa Gesell y al volver tratás de convencerte de que la pasaste bárbaro, por más que sin brazos nadar es bastante difícil, que en los boliches sólo había gendarmes retirados y que durante el día los entrenamientos eran peores que en una pretemporada común (subir médanos y ensayar jugadas porque en primera división las cosas no iban a ser fáciles para nadie). Pero qué importa lo que pensábamos si igual todas dijimos que el viaje nos había encantado, y mientras tanto mamá firmaba los papeles del pase definitivo sin tiempo para mirar nuestras fotos en la orilla, protector solar en narices pecosas y todavía ilusionadas con una vida de más viajes por el mundo y tapas de suplementos deportivos y hoteles con hidromasaje y un escote perfecto cubierto de medallas de oro.

Casi siete años después de mi debut en primera, en una tarde de lluvia, nos dejaron afuera de la Copa del Rey. Perdimos seis a cero y el final fue lamentable: cinco terminamos sin corpiño (de las contrarias sólo dos), y nos expulsaron a la arquera cuando faltaban casi quince minutos. Los periodistas iban a empezar a decir que ya no corremos y que para colmo andamos con las piernas llenas de estrías, las mentiras de siempre para sacarse de encima a los equipos de jugadoras más experimentadas y contratar pendejas que te matan en el pique corto pero ni siquiera son capaces de meter un buen pase en profundidad: el show debe continuar, que las hienas jóvenes se encarguen de la carroña. No saben, ni idea tienen de lo que es llegar al vestuario con las tetas al aire, las rodillas llenas de barro y el pelo hecho un desastre, grupos de hinchas que joden y sacan fotos desde la platea y no te queda otra que bañarte rápido y en media hora volver a estar divina para ellos, que no se cansan de gritar mientras descuelgan las banderas y rezan para salir sorteados (aunque sea una vez, aunque sea con una suplente), porque ganes o pierdas atenderlos hay que atenderlos igual, ellos pagan sus impuestos y tienen derecho a relajarse un poco después de haber sufrido como locos durante los noventa minutos.
Ya se, todo el mundo va a decir que somos privilegiadas: vivimos en las instalaciones del club, tenemos calefacción, servidumbre y películas gratis. No ingerimos alimentos transgénicos, y las empresas pagan para que usemos sus nuevas líneas de cosméticos. En lugar de cargar bolsas en el puerto, entrenamos. Nos jubilamos jóvenes y nos regalan un departamento en la costa (por más que en la costa sólo hay gendarmes retirados). Pero les juro que no es tan así: la publicidad puede transformar en princesa a una laburante cualquiera. A veces me pregunto si mis viejos me habrán dicho toda la verdad.

A pesar de la lluvia, en el vestuario hacía mucho calor. Nos duchamos, y mientras nos maquillaban se oían gritos y cantos desde los pasillos que desagotan la popular. Varias de las chicas estaban con la moral en el segundo subsuelo, ni siquiera ganas de mirarse al espejo tenían. El sorteo se había hecho en el entretiempo, y para levantarnos el ánimo Marcia dijo que por suerte la mayoría de los números de identificación que habían salido eran de chicos jóvenes. Hice fuerza para sonreir y traté de pensar que salvo la goleada estaba todo bien, pero estaba claro que esta había sido la última Copa para muchas de nosotras.
Los eunucos me ayudaban a acomodarme el baby doll cuando Karina dijo: “hoy es un buen día para que se aparezca el 3”. Nadie hizo ningún comentario: la leyenda de que él había ayudado a las seis últimas fugitivas empezó como expresión de deseo y terminó como broma de mal gusto. Muchos decían que estaba muerto, otros que nunca había ganado nada importante o que no era tan bueno, y en una revista Gente leí que se trataba de un androide que se había sublevado. Yo nunca quise hacerme la película: una vez, un director técnico dijo que lo del 3 y los rescates fue un chamuyo que tiraron los de la Federación para burlarse de nosotras.

Mientras me secaban el pelo no podía dejar de imaginarme a los ganadores del sorteo, sus esposas dormidas y ellos sentados frente a cafés humeantes en vasos de plástico, en plan de repasar las emociones del partido y con la esperanza de que les tocara alguna de las pibas más jóvenes. Le pedí a un eunuco que antes del servicio me acompañase a mi habitación: me había olvidado el perfume, y el frasquito nuevo era muy complicado para aplicármelo sola. A la vuelta me dejó en el cuarto quince (mi número de mini short desde hace cuatro años) y me senté en la cama a esperar por el fanático favorecido en el sorteo.
Como no llegaba pedí que bajaran las luces y me recosté a tararear un tema que el otro día una de las chicas puso en la radio de la concentración. Cuando el tipo abrió la puerta ya me estaba quedando dormida. Lo miré por el espejo y no me pareció nada especial: petiso, de rulos, en la oreja un aro de brillantes, vestido con ropa deportiva que le quedaba enorme. Recién cuando subieron un poco la iluminación me di cuenta de que era él, su sonrisa en publicidades de desodorante y en los afiches del plan nacional a favor del consumo: el 3 había venido a buscarme.

Mi primer impulso fue quitarle la ropa con los dientes (ese jogging sudado y las zapatillas de entrenamiento eran reliquias que cualquiera de las chicas hubiera soñado masticar). Así descubrí lo que tiene el 3: dos implantes hermosos, casi artesanales, pezones como rodajas de morcilla y unas piernas musculosas de adolescente recién depilado. Yo nunca había estado con alguien así, y confieso que nunca la había pasado como esa noche. Casi al amanecer fumamos cigarrillos negros (el 3 me convidaba) y me juré que nunca, nunca iba a preguntarle nada sobre el tema que le molesta. Me mostró fotos de sus hijas, y le dije que las dos tenían pasta de estrellas de televisión. Antes de cambiarnos no pude más y le dije: ¿no te jode que yo no tenga brazos? Nada que ver, me contestó, eso te hace más hermosa.

Salir del estadio fue lo mejor de todo: me llevaba tomada de la espalda y, pese a que en el fondo ni a los de la comisión ni a los de la tele debía gustarles ni un poco que el 3 viniera y se llevase jugadoras, nadie se animaba a enfrentarlo. Un gendarme le sostuvo la mirada y él lo hizo arrodillarse y chupar las escaleras (siempre meadas) que llevan a la tercer bandeja. Pedimos mi legajo, el 3 lo guardó en su mochila y, una vez en la calle, después de perder de vista la mole de cemento cubierta de pedacitos de espejo que era el estadio, festejamos con uno de los besos más lindos que me habían dado nunca.

martes

¡Se vino la segunda!

Diego Grillo Trubba se mete con los cuentos de Hojas de Tamarisco con juicios que no le esquivan al pronóstico acerca del futuro de los autores, ni a la confesión de ocultos temores literarios.
Lo mejor, la cita a Cerati, que nos deja contentos a todos:
"Resumiendo: cuatro cuentos que merecen ser leídos, y un proyecto al que vale la pena apoyar. Recomendación absoluta o, como diría Cerati, recomendación total."
Aquí la reseña completa.

lunes

Mentor


Bajo un gran roble leía el libro de su mentor. Bajo el sol de otoño el roble no movía ni siquiera su hoja más diminuta. Allá en el remoto cielo un par de platillos de vidrio pendían de una balanza, en perfecto equilibrio...Leyendo el libro de su mentor, imaginó la escena...

jueves

Libros amigos


Tres libros de VOX
Viernes 18 a las 19hs -Belleza y Felicidad
Acuña de Figueroa 900 y Guardia Vieja

Parque Illia de Sebastián Morfes

Monsterinc de Vanna Andreinni
La leche vaporosa de Francisco Garamona


Bonus track Lectura de sus poemas recientes del megapoeta chileno Víctor López, primo hermano de Gustavo y ganador del último concurso literario organizado por VOX. Que acusara en la balanza 96 Kg. 300 gr.

En una de esa hay música en vivo...pero seguro seguro los daikyris VOX de durazno y algún vinito tierno.

lunes

Llamado a la solidaridad mecánica de jóvenes diletantes con buena memoria

Brindo por la intimidad pública y por la alta concentración de incipientes talentos cachorros a veces incomprendidos que nos honró con su presencia sin quejarse por lo menos en voz alta o en nuestra cara. Por los que castigaron sus riñones con la cerveza aguada de Bartolomeo y pagaron sumas irrisorias por una micropizza y después vinieron al peruano por más que se habían dado cuenta de que las chances del levante ocasional estaban empantanadas desde hacía rato. Brindo con los Eyelit del tortugo Marcelo y con las fotos de Mariano y con el pollo gigante que se pidió Leonel y nunca pudo terminar. Si la esquizofrenia pudiera brindar yo también brindaría con ella y después la presionaría un poco para que nos compre los libros, o le pediría que se disfrace de Beatriz Sarlo o de Valeria Mazza y hable mal de nuestros textos. Pero como sólo bebo agua mineral y la nostalgia es un vicio con buen marketing voy a pedirles que me ayuden a resolver algunos misterios pendientes post presentación:

¿Quiénes acusaron a la presentación de ostentar tono palermista pidiendo en su reemplazo las distorsionadas cuerdas clientelares de un rocanrol barrial?

¿Cuántos fantasmas entraron y salieron sin saludar, llevándose con ellos suspiros de sospecha y algún que otro vaso en el bolsillo?

¿Qué porcentaje de los que vinieron sólo buscaba la tibia retribución narcisista de un polvo ocasional barnizado con los murmullos de una gesta culturosa?

¿Por qué carajo me puse a servir el vino mesa por mesa? (ya se, consultar con analista por más que intuyo la respuesta)

¿Dónde estaba la buena gente que se enteró de la presentación por los medios y vino a comprarnos un librito de puro curiosa?

¿Por qué en este blog se trata tan bien a todo el mundo?

¿Quiénes fueron los valientes que se atrevieron a romper su ajustado circulito endogámico y mascaron cebiche en territorios poco familiares?

¿Por qué hay gente que paga $ 18 para ir a un cine reclinable con olor a popcorn que para colmo proyecta películas de Campanella y cuando se tiene que poner
para un simpático folletito lo piensa más que la vez que le desconectaron el respirador a la nona?

¿Cuánto falta para que uno de los Tamariscos haga la gran “compilador que conoce el paño y está un escaloncito arriba” y sin demasiado criterio edite un libro que presente a las centésimas jóvenes promesas mercosureñas en busca de un comprador ibérico?

domingo

Informe de Fin de semana

Mientras Diego Erlan le roba renglones a su columna de la Ñ para desentrañar el sentido de la desnudez parcial de Marcelo Ezquiaga en la presentación de Tamarisco....


Playmóvil hipotético, inaugura la lectura de Hojas de Tamarisco (el libro) y, según su condición, genera hipótesis no excentas de rareza.

Y regala una anécdota con consejo incluido (que recomendamos seguir):


"Se cayó yerba y agua caliente sobre Hojas de Tamarisco, lo colgué del balcón de un séptimo piso, lo sequé al sol, lo agarró un relámpago, se puso en contacto con Marte nunca antes tan cerca, soportó la deliberación de los pasajeros del 65 acerca de si el colectivo tenía que pasar o no la barrera baja del tren. Lo resistió. Otra buena razón para conseguirlo.
"

viernes

Crónica de "la" noche. Parte uno.

Ansiedad de las 21 hs, la gente se empeña en hacer sufrir a los organizadores de cualquier tipo de evento, para después regalar el alivio de un lugar más que repleto... Vimos desfilar hordas de periodistas, jóvenes escritores éditos e inéditos, bloggers varios, amigos, acaso alguna que otra familia, y a Cristina, una fan Tamarisco de la primera ola. Cuando aún éramos pocos, Terranova fue uno de los primeros en comprar el libro para luego ofrecernos (exigirnos) estampar en él nuestra firma inexperta. Por supuesto lo hizo notar, diciendo cosas como “espero que escriban cuentos mejores que lo que escriben en las dedicatorias.” Pero vino y compró y (según nos dijo) también leyó. Martín de Ambrosio, más sutil, también estuvo desde el principio tirando algún que otro palito a la poca efusividad de las dedicatorias (¿¿qué querés de Ambrosio??) Bombachita Punk, con su buena onda característica, hizo la prueba de sonido, y claro, algo de punk iba a haber....Marcelo Ezquiaga se desataría horas más tarde, iracundo en su sobriedad, acaparando la mirada de todos los presentes...
En fin; la base de venta ya estaba lista; con Popi como responsable suprema. Siguiendo claros métodos de entrenamiento persuasivo, encaró a cada uno que entraba al lugar con un amable y sobrio: “¡Hola!¿vas a comprar el libro?”.

Arrancamos. Palabras breves alusivas (1000 puntos para la mesa de adelante-liderada por Ana Cechi, que se reía, condescendiente, ante cada chiste malo proferido desde el escenario) y el joven Leonel Livchits –que había mantenido su discurso en secreto, poniendo a prueba la democracia imperante en el núcleo editor-dijo lo suyo.

*Intervalo de saludar a varios amigos y apoyarnos mutuamente.

Pablo Alí, que nos contó que su primera y muy buena novela –tuvimos el privilegio de leer los manuscritos- Clody, se editará en octubre por SigloXXI. El muy traidor. (Bueno, en realidad tiene nuestro apoyo incondicional).
Los periodistas amigos –la rutilante Jackie Isola, acompañada por un siempre austero y gentil peridiodista de rock de nombre Juan Andrade y la maga de las artes plásticas, Judith Savloff, alentaron desde cerca de la barra. Natalí Shejman y Nicolini harían lo propio; verlos a todos juntos ahí casi casi llegó a asustarnos.
Carlos Gamerro y su discreción llegaron para quedarse hasta la post presentación mientras el autor de Los discípulos, Diego Grillo Truba, expuso motivos válidos para no quedarse hasta el final.
Playmóbil hipotético, educado y silencioso, se presentó y saludó como Dios manda.
Pero pronto, oh, saludamos a Damián Ríos: es él quien nos introduce al clan Entropía, que vino sin armas y con muy buena onda conversó acerca de sus futuros oscuros planes. También circularon ideas, entre los poetas de Clase Turista y nosotros, sobre la conveniencia de punguear en las afueras del Colón para seguir editando.
Molina, en plan de relevamiento comercial y en medio de buenos augurios, preguntó en qué librería de esta capital compramos Los estantes vacíos. Romero, Funes, Levin, entre otros, se replegaron- sólo por un rato- en una mesa del fondo, mientras Inés Acevedo de Haceme Llegar y Sol Echavarría, de No Retornable obtuvieron sus ejemplares gratis a cambio de reseñas a publicarse. También Alejandro, de Mil Mamuts, uno de los pocos que ya leyó los libros (con sus comentarios pertinentes) y Esteban, un joven periodista de G7 que aseguró no tener compromisos con las grandes editoriales.
Todavía quedaba nuestra lectura, la performance de Mi tortuga Montreux, el arribo tardío de nuestro amigo periodista, Matías Castelli, en traje y corbata, la comida peruana, los papelones de trasnoche, y una encantadora discusión del final en la que Violeta y Sonia mostraron sus garras ante Levin y un mediador Funes que en ningún momento dejó de sonreír.

martes

El día de la yapa

Hoy, en la presentación, lectura en vivo de bonus tracks, apéndices para la primera tanda de textos publicados por Tamarisco. Estamos trabajando para usted, y si podemos recuperar el espíritu de las kermesses en las que nunca participamos todavía mejor. Se van a sortear objetos pertenecientes a la intimidad de los escritores y va a haber un par de pases de factura y escandaletes con música afín. No se la pierdan. El vino lo ponemos nosotros.

lunes

Menú del martes

Dicen que mañana, en Bartolomeo, va a haber tamariscos exprimidos. ¿Actualizo mi exprimidora? ¿Qué clase de amenaza es esa? ¿Haremos tragos o seremos tragados? ¿O tragaremos algo? La manga es grande. Vengan!

jueves

¡Vengan y difundan!



Editorial Tamarisco
invita a la presentación de sus primeros libros de narrativa.

Hojas de Tamarisco
(Hernán Vanoli, Félix Bruzzone, Sonia Budassi, Violeta Gorodischer)

Toronto no
(Leonel Livchits)

Martes 8 de agosto a las 20. 30 hs. Bar Bartolomeo, Bartolomé Mitre 1525.
Tocará Marcelo Ezquiaga, vocalista y tecladista de Mi Tortuga Montreux y habrá, como en toda presentación que se precie de tal, lectura de textos y vino para brindar.¡Los esperamos! En serio.






Si lo postean, no nos ofendemos...

miércoles

El pueblo también puede vestirse de gala

Al cerrar la revista, Nora piensa en Greta Garbo, en las ganas de ser como ella. Con ese glamour, ese porte, esa sensualidad que enloquece a los hombres. Recostada en el sillón del living, enciende un cigarrillo y entrecierra los ojos al aspirar el humo. Pedro está sentado frente a ella con las piernas muy juntas, las manos sobre las rodillas y el torso encorvado. Al exhalar, Nora inclina la cabeza hacia atrás. Pedro se seca la frente con un pañuelo y busca, en la pared del living, las ya conocidas fotos de la familia Martínez: Nora sola, con la madre, con el señor Martínez; Nora con las compañeras del Nacional, con el gato que alguna vez tuvieron, con las tías perdidas de Asunción. Y mezclada entre los momentos familiares, la foto de una angelical Evita sonriente que a él siempre le recuerda- en su casa tienen la misma foto- a una famosa estrella de cine. Nervioso, mientras dobla el pañuelo, vuelve a mirar a Nora. La transpiración adherida a la tela y los ojos fascinados ante esa piel tan blanca, ante esos bucles renegridos, ante el pronunciado escote de la muchacha que, frente a él, estira ahora una pierna para decir con voz despreocupada:
-Pedrito, ¿no querés masajearme los pies?

Pedro masajea con suaves movimientos circulares mientras levanta la vista para contemplar el rostro de Nora, a ver si te gusta, corazón. Ella suspira y él cierra los ojos para contener los deseos de subir las manos, de tocarle las piernas y acariciarla por debajo de la pollera, de inclinarse sobre ella, a ver si esto te gusta más, para susurrarle palabras al oído y sentir de cerca el perfume de su piel. En Nora se multiplican placenteras imágenes de la última película de Greta Garbo, famosa bailarina que, desordenado corte carré y vestido entallado, sube las escaleras de mármol y baja sus párpados de seda para sonreír al hombre que le propone disfrutar de ese Gran Hotel que es Europa o que Europa les ofrece. Pedro toca ahora los tobillos de Nora con ternura o con deseo o con ambas cosas, ni él sabe por qué la hija del señor Martínez lo inquieta de esa forma, te comería a besos, corazón, por qué su presencia le hace sentir un cosquilleo igual al que sintió aquel día en que su madre lo llevó al Teatro Colón sólo porque Evita iba a estar allí, enfundada en su tapado blanco para demostrarle a los ricos que el pueblo también puede vestirse de gala. Las manos de Pedro suben; Nora deja que suban. En silencio, ella vuelve a aspirar el humo mientras piensa en la escena en la que Greta, recostada sobre un sillón de terciopelo, acaricia los cabellos del dandy que con lágrimas en los bordes de los ojos asegura: después de haberla visto bailar ya no podré conocer belleza semejante.
Los dedos de Pedro juegan con la pollera de Nora, rozan las rodillas para ver si ella, ofendida, le retira la mano, si se levanta para gritarle o apartarlo como él siempre pensó que haría una muchacha decente, una como vos, si un depravado como él llegara a hacerle lo que ahora él le hace. Pero Nora sonríe y permanece con los ojos entrecerrados mientras Pedro, confundido, se pregunta si tocarla de esa forma no es faltarle el respeto, y yo no quiero, corazón, no quiero arriesgarme a perder todo de una vez y para siempre. Respira profundo y sube la vista para volver a encontrar la foto de Eva: su sonrisa, sus ojos brillantes y su rubio cabello sedoso le traen recuerdos de días soleados, de interminables viajes en tren, de un mar de personas que cantan la marcha peronista para el General y para una Eva radiante que desde el balcón de la Casa Rosada levanta sus manos con la sonrisa más dulce que Pedro recuerde. Y de pronto, imágenes de un sueño olvidado, guardado, negado como se niegan los más oscuros secretos. Evita arrojaba besos a una multitud en la que él estaba y en donde, ajeno a los gritos y a los bombos y a las consignas políticas, pensaba que daría cualquier cosa con tal de que aquellos besos fuesen sólo para él.
Nora abre los ojos. Pedro se sobresalta y a un tiempo quita la mano y corre su silla. Ella, impasible, toma la mano de Pedro para volver a llevarla a sus piernas. Después apaga el cigarrillo en el cenicero y se acerca a él para susurrarle algo al oído. Entonces Pedro la besa y Nora se inclina hacia atrás para que él pueda, a su vez, inclinarse sobre ella. En el Gran Hotel, pasos de gente que va y viene, teléfonos que suenan, flores puestas a último momento. Todos aguardan a la bailarina y Nora piensa en el sonido de los tacos, en las miradas de los hombres, en el fabuloso tapado de piel que ella luce y que no es blanco. ¿Por qué lo veo blanco?, se pregunta mientras siente cómo las inquietas manos de Pedro desprenden los botones de su blusa, cómo se agita la respiración de los dos cuando ella anuncia que esta noche las puertas del Colón se abrirán para todos, pero no, piensa Nora, si estaban en Europa, porque todos tienen derecho a vestirse de gala y nadie puede negarles un poco de diversión. Nora intenta ordenar la escena y hunde sus blancas manos en los cabellos de Pedro quien a su vez, al besarla en el cuello, piensa en la Plaza de Mayo y en una mujer ya no rubia ni con el cabello en un rodete, hoy te peinaste distinto, mi amor, una mujer que, desordenado corte carré y vestido entallado, alza las manos para decirle al pueblo que siempre los llevará en su alma, que los llevará por siempre en lo más profundo de su corazón.

Cuento leído en Alejandría