lunes

"Crecer es dejar de ser una promesa"

No sé porqué pero esa frase de la novela de Puenzo me pegó bien. Síntesis. Ella tiene esa capacidad. Me tocó -elegí, allá por enero, cuando supe que iba a sacar una nueva novela y me ofrecí a leerla, a hacer algo con eso ya se verá pero es para mí- entrevistarla. Pero en realidad, antes lo sabía, ahora lo confirmo, hubiera preferido hacer además una reseña. No es que la haya pasado mal en la entrevista, al contrario. Se que mis expectativas a veces son pocas, más después de entrevistar a los señores escritores españoles de las grandes multinacionales que cada media pregunta interrumpen para decir que están cansados, si ya está bien, que uf tanto tiempo con las fotos y demás artimanias insensatas -en algunos la operación es más sutil, un poco más audaz, un amable oficio bien aprendido, pero en el último no- para esconder cierta burguesa mediocridad de saber que debe cumplir con la entrevista pautada pero que si fuera por ellos no lo harían y, ojalá a esa edad no me de tanta fiaca ponerme un poco a pensar -la nota siempre la tengo- y encima el libro sencillamente torpe y aburrido (etc). No, claro que nada para dramatizar que para algo me pagan, o no, y si total el de Puenzo lo leí en casa contenta y de corrido, lo escribí muchísimo con lapiz y lapicera azul bic, lo disfruté y critiqué -leí- mucho más, y después el ritual de encuentro entrevistado entrevistador y todo más descontracté, las fotos en una escuela donde pocas chicas con frío adolescentes sumisas hacían gimnasia mientras nosotros -el fotografo y Puenzo- trabajaban, qué voluntad, qué mala época la clase de educación física en patio de escuela pública, pero ahora que las fotos bien un café, en realidad un agua, dos aguas, chau fotógrafo, grabador, y confieso, disfruté de su rubia simpatía seguridad inteligente, incluso nos quedamos charlando una vez que apagué el rec (y eso no es algo que yo siempre suela hacer).
Después Siempre, como Siempre, la duda de si elegí lo mejor para desgrabar, la duda de la prisa del cierre inmediato Y luego, ahora, ahora, creo que sí: dejé que fije postura, más allá de. (alguien dice "hay que confiar más")
Por supuesto que hablamos bastante más que lo que quedó editado, pero así son los límites del asunto, y eso lo aprendés, con suerte, familia más o menos funcional mediante, a los 3 o 4 años -si tenés una como la mía lo aprendés igual, un poco más tarde pero lo aprendés en cualquier trabajo, cuanto más temprano el trabajo, la independecia, mejor (acaso quedó otra?), te prepara para actividades placenteras así, cortar una charla que disfrutaste y un libro que idem (igual siempre cuesta escribir por plata. Es una afirmación, no una queja)
Y de alguna forma, de todas formas, reitero: hubiera preferido hacer una reseña -discutí con Guebel, que lo había leído, algunas cuestiones y, para variar -y esto sin ironía- estuvo de acuerdo conmigo en varias.
Y encima, el fin de semana, leí las reseñas de La maldición de Jacinta Pichimahuida que se publicaron en los (otros) dos diarios porteños con Suplemento de Cultura Dominical. Una me pareció muy mala, de verdad bastante pésima. La otra está bien. (podés verlas, es ésta y ésta)
Y me quedé con ganas de escribir la mía; te juro que tenía, en este caso, y no es que siempre suceda, algo más que decir. Con las limitaciones del caso, obvio.


Entrevista a Lucía Puenzo. Buenos Aires, mayo 2007.


"Crecer es dejar de ser una promesa”, comprende Pepino, protagonista de La maldición de Jacinta Pichimahuida , última novela de la guionista y escritora Lucía Puenzo. La historia, diseñada a partir de testimonios de ex estrellas del mítico programa Señorita maestra y personajes gestados para la ficción, tiene mucho de drama, vértigo narrativo y humor sutil. El lector agradece que su autora haya medido las consecuencias de dejarse tentar por el extremo latente en algunas de las situaciones planteadas. Puenzo describe a sus personajes –algunos patéticos, otros freaks– sin caer en la burla, el cinismo o el humor fácil. El resultado es una sucesión de escenas narradas sin ironía pop y personajes verosímiles que, en los momentos más altos, alcanzan un peso de verdad. “A mí siempre me gustó eso –afirma–, caminar en la cornisa entre el humor y el drama. Me gusta mucho, por ejemplo, el cine de Todd Solondz o de Cassavetes, o incluso cierta literatura de Puig, cosas que contienen, en una situación muy dramática, ciertos rastros de humor o viceversa, una comedia que tiene mucha oscuridad.”

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9 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Es verdad que vive con Bizzio?

Félix Bruzzone dijo...

lanchita?

Félix Bruzzone dijo...

remisssssssssss!!!!!!

Anónimo dijo...

felo sos tan felo

Wilfredo Rosas dijo...

No coincido. Nunca hay que dejar de ser una promesa. Hay que ser nuevas promesas, impensadas, más ambiciosas.

www.entrecorbatasyescotes.blogspot.com

Anónimo dijo...

Aguanten Wilfredo y la eterna promesa

Anónimo dijo...

Otro rutilante título de la "lavandería" Interzona

Anónimo dijo...

que no me quede quieto mientras crezco

Anónimo dijo...

Crecer es dejar de ser una promesa porque eso que en un momento está por ser, después ya es, de otra forma, se está haciendo... porque uno tiene recuerdos y cosas que ya nunca hará y porque vamos cediéndole lugar a las generaciones que vienen...claro, también se puede ser un pelotudo eterno...la promesa de la nada... el viejo patético y la vieja cirujeada hasta las orejas, es cierto.