(nueva reseña de Objetos Maravillosos, ésta, por rufián melancólico. Evidentemente, si todavía no compraste el libro, deberías hacerlo)
Y dice así:
"Antes que nada, mis agradecimientos a Editorial Tamarisco que me cedió gentilmente un ejemplar de este libro.Para quienes tuvimos la experiencia de escuchar a Juan Diego Incardona leer sus textos en público, algo en Objetos maravillosos se nos hace reconocible de inmediato. Quizás será que algunas de las anécdotas de los textos que integran la colección de microhistorias que arman el libro hayan sido referidas por él mismo en alguna de esas ocasiones o quizás será porque leerlo sea casi como escucharlo: esa voz melódica, pausada y grave que sabe dar los giros necesarios en cuanto a entonación y fuerza en los momentos clave.Está dicho, Incardona es un artesano y así como construye objetos maravillosos, lee sus cuentos y relatos sabiendo usar los recursos precisos para llamar la atención de su público. Y hablando de la construcción de esos objetos maravillosos, son los textos mismos los que se convierten en objetos pulidos y trabajados. Casi puede respirarse el trabajo artesanal puesto en la palabra, la sintaxis, la generación de un crescendo de tensiones apenas visibles. Si muchos intentaron imitar el minimalismo de Carver, en Incardona parece funcionar mucho mejor. Lo no dicho, la base del iceberg hemingwayano, se conjuga con cierta especie de realismo mágico latente en ese gran espacio narrativo que es su Villa Celina. Como si en ese espacio del conurbano la realidad posible fuera otra: hombres gato (que inaugura el libro) o calles desiertas por el cumpleaños de una vecina, el ambiente adquiere personalidad y misterio. Pero más que misterio es mística: el espacio perdido de la infancia, los juegos de pelota en el potrero, los amigos y la melancolía de la pérdida: la pérdida de todo eso y también la pérdida de la casa donde nació y vivió 28 años, acaso el símbolo que condensa ese estado de tristeza por lo que ya no está y no estará.Entonces los textos van y vienen, suben y bajan. Algunos pasajes ganan altura en la aventuras nocturnas del narrador, los encares nocturnos, los contrastes entre la noche palermitana cool y el día terroso de Celina.En Calle arriba precisamente, Incardona se deja llevar por su ensoñación del contraste:“Barrio secreto de la oligarquía (Recoleta); se me ocurrió que estaría construido como la antítesis de Ciudad Evita. Igual que aquél, también tendría forma de busto. Visto desde un helicóptero, podría reconocerse la cabeza del General Aramburu, o del Almirante Rojas.Me había convertido, sin saberlo, en un espía del Conurbano, en un infiltrado de La Matanza.” (p.70).Este “obrero blanco” como también se define, transita por los espacios y sabe en definitiva, a dónde pertenece: como un vampiro o un espía, transita en las sombras chupando lo mejor de la mejor gente de Palermo y es su mirada entre extrañada y pícara la que genera algunos de esos momentos divertidos de levantes nocturno o embelesamiento de féminas para la venta de sus objetos maravillosos.Pero este vampiro o espía no deja de tener una tristeza fundamental, bien porteña que se filtra en un tango escuchado en una tanguería que trae a la mente recuerdos de un amor perdido. Es el momento del descenso. La prosa se vuelve más compacta y acaso un poco más críptica en algunos pasajes.¿Incardona orillero? El narrador se ubica en esa intersección entre la picaresca del chamuyo como medio de vida y la pena, la nostalgia de lo que se perdió. Es precisamente ese contraste lo que potencia la narración completa y puede pensarse en un buen trabajo de selección de los materiales que integran el libro.Entre los materiales seleccionados mencionados entonces, encontramos diálogos, crónicas, relatos, ensoñaciones, prosa poética y un poema (Palermo Hollywood, que en su juego de palabras entre Town y Down (pienso: Palermo o el Norte de la Ciudad, lo Alto como los ascensos vertiginosos a plena acción narrativa y Down como el Abajo, los descensos narrativos y de la prosa) mezcla precisamente la nostalgia y el extrañamiento por la pertenencia nocturna a un espacio que, precisamente, no le pertenece). En conclusión no me queda más que la alegría por la edición de este “simple” que como un sandwichito de miga se nos presenta como aperitivo de una producción que promete seguir alimentándonos en el futuro."
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