viernes

Barroco agreste

Por Felix Bruzzone


No hay cansancio ni muerte ni asesinatos ni violencia, hay devenir y modificación. Butor escribió esa novela, “La modificación”. En todo caso, violencia es otro nombre para la idea de cambio, que puede incluir (o no) la de disfraz, la de perno, la de dardo. Mi buen amigo Dardo. Él conoce a un travesti que una vez le dijo: “en la noche del lago lo que importa es el barro, pensar en el barro y en el origen de nuestra especie, el barro, el polvo, la tierra arrasada, sí, pero acá lo importante es el barro del río y el de acá, el del lago, pensá que si me la metés acá, en la noche, al borde del lago del Rosedal, entre las espinas de los rosales en flor, pensar en barro es sentir en vos la vibración (o las vibraciones) del universo”. Pero a Dardo la idea no le cerraba. Siguió frecuentando al travesti, cada vez más, y empezó a escucharlo con mucha atención (demasiada) porque suponía que de entre las palabras de aquel hombre podían sacarse focos o filamentos de luz en medio de la tormenta y así fue. Una noche, mientras el travesti le lamía los testículos (huevos) (succión), Dardo vio en los párpados del hombre no sólo el brillo de la brillantina o el de los bordes luminosos de las olas del lago reflejados allí sino la belleza (iluminación) de una idea repentina que se abría paso, avión en llamas entre despavoridos hangares: la idea de que el amor no es barroco ni barroso ni barro sino agreste, porque por algo estaban ellos a la orilla del lago y por algo el travesti ya no le cobraba (amor verdadero) por sus servicios. El dilema era entonces cómo articular aquellas vueltas y espinas de la noche del Rosedal, aquel barro florido de pliegues y espejos y velos y sueños extendidos sobre inconscientes superpuestos, con el vacío desorden de lo agreste. No era fácil, no era epopéyico buscar los resultados (héroe). Pero al subirse aquella noche a su pequeña cupé, dejando al travesti vaya a saberse en qué rudas manos, Dardo creyó que el Barroco Agreste era una posibilidad tan inmediata (veloz) que se imponía por su propia inmediatez. Durmió bien, soñó con un desfile que se desarrollaba en un tren llamado vanguardia (desfile de vanguardias literarias y post-literarias), y despertó con la sensación (necesidad) de comprar un bonsái (cosa que hizo) para luego comenzar con la escritura de ese testamento (bodoque) que cada vez que voy a su casa él me muestra como si entre esos papeles escritos hubiera un ángel o la desolación o todos los pensamientos de Pavese o de cualquier suicida de la literatura (a mí el que más me gusta es Pavese) en un condominio (remolino) de hojas secas. ¿Título?, “Barroco Agreste, introducción”. Contenido: índice de los doscientos volúmenes (o más) que compondrán la colección, y detalles algo arduos para explicar (transcribir) en esta crónica. Suerte, Dardo, le digo siempre. Y él, siempre taciturno (boleado), responde con un tenue pero efectivo “te amo” a la vez que riega su cada vez más hermoso pequeño bonsái.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Arriba el barroco agreste.
Muy buen texto!

Anónimo dijo...

¿Sabés que le falta a tu post Félix? Cumbia, sólo eso para que la gloria sea completa, amigo posmo.