En la dulce espera de la presentación de Ravonne, un texto de Julián Urman.
Rodeado por la triste esencia de los recuerdos compartidos, Monzón recoge el brazo antes de, en un sólo movimiento trabajado durante años, estirarlo por completo para impactar sobre la mejilla de la mujer a la que todos llaman su mujer.
Quizá piensa en Alain Delon, o en Susana Gimenez; no tiene certeza de sus propios pensamientos: mientras completa el movimiento y presiente el resultado, su conciencia no se halla dentro del cerebro, sumergida en palabras, sino en la extremidad del brazo que termina en puño.
Saberse capaz de golpear sin ser golpeado no le produce a Monzón tanto placer como la efectividad del golpe, no amortiguado por el guante propio ni desviado al golpear un guante contrario, golpe de nudillos contra mandíbula –el espacio donde la mandíbula y el cráneo se unen, la zona preferida por los pugilistas profesionales-: el golpe del knock out.
Alain Delon y Susana Gimenez condenarían, a pesar de la perfección del golpe, el acto de violencia que el ex campeón del mundo ha generado en el ámbito de su vida privada. Ahora que vuelve a su cerebro, Monzón puede intuirlo, pero ellos, gente del espectáculo, no comprenden la necesidad de la violencia, y además, se trata de un momento íntimo con su mujer, y por tanto la opinion ajena –aún cuando se trate de dos grandes figuras- no es relevante.
El cuerpo de la mujer, no por propia voluntad, busca las sogas: como todo cuerpo, busca las sogas al momento de la caida en un gesto desordenado, ambos brazos flamean a los lados del cuerpo, y las rodillas semiflexionadas no distribuyen el peso en forma pareja sobre ambos pies, lo que hace que toda ella se desplace hacia atrás al tiempo que cae con destino incierto.
Monzón intuye que debería ayudarla, evitar que llegue tan lejos. La trayectoria de su mujer pronto la llevará a impactar contra la baranda del balcón y es posible, dada la inercia del movimiento, que al golpear continue hacia abajo. Por eso es aconsejable el ring, para que el daño infringido en uno y otro de los que pelean sólo provenga de los puños enfrentados.
Susana Gimenez es rubia; Alain Delon, francés. Los dos hacen películas y ganan buen dinero. El público paga por ver en el cine a dos personas que pretenden ser otras. Y Monzón mismo tuvo su paso por el cine, pero él hacía de Monzón. La gente también paga buen dinero por ver a Monzón. Susana Gimenez no es, en verdad, rubia. Monzón lo sabe. Pero Alain Delon sí es frances y sabe mucho de mujeres.
Las oportunidades de prevenir la catástrofe disminuyen. Monzón mantiene la guardia en alto. Quiere intervenir y a la vez no quiere: quizá no era su intención llegar tan lejos, pero no está seguro: quizá sí era su intención hacer precisamente lo que hizo ¿Y no es acaso más cruel intervenir la caida del contrario para extender la golpiza que permitirle el reparador descanso de la lona?
El cuerpo de su mujer, al impactar contra la baranda del balcón, inicia el movimiento acrobático que lo llevará a una inevitable caida libre. Deja tras de sí una sandalia, desprendida del pie izquierdo. Al seguir el arco descripto por el pie desnudo, el ex campeón nota la pequeñez de las uñas pintadas de rojo -la del meñique es apenas un punto en el espacio- hasta que ya no puede ver del cuerpo ni las uñas ni nada.
Por un instante, Monzón relaja los brazos y deja vagar la mirada en busca de algo impreciso. Descubre a un vecino que, en el edificio de enfrente, sostiene un vaso de algo que parece whisky. El vecino de pie, desde su balcón, contempla la inmovil figura del pugilista, a quien saluda con un movimiento corto del brazo libre. Monzón no responde al saludo, aunque la cortesía del gesto le infunde una sensación de calma. No devuelve el saludo porque no tiene tiempo: debe asomarse al balcón para divisar el cuerpo caido que al fin descubre, ahí abajo, en una posición que no parece del todo incómoda. En su mente comienza la cuenta final: uno, dos, tres, cuatro...
Quizá piensa en Alain Delon, o en Susana Gimenez; no tiene certeza de sus propios pensamientos: mientras completa el movimiento y presiente el resultado, su conciencia no se halla dentro del cerebro, sumergida en palabras, sino en la extremidad del brazo que termina en puño.
Saberse capaz de golpear sin ser golpeado no le produce a Monzón tanto placer como la efectividad del golpe, no amortiguado por el guante propio ni desviado al golpear un guante contrario, golpe de nudillos contra mandíbula –el espacio donde la mandíbula y el cráneo se unen, la zona preferida por los pugilistas profesionales-: el golpe del knock out.
Alain Delon y Susana Gimenez condenarían, a pesar de la perfección del golpe, el acto de violencia que el ex campeón del mundo ha generado en el ámbito de su vida privada. Ahora que vuelve a su cerebro, Monzón puede intuirlo, pero ellos, gente del espectáculo, no comprenden la necesidad de la violencia, y además, se trata de un momento íntimo con su mujer, y por tanto la opinion ajena –aún cuando se trate de dos grandes figuras- no es relevante.
El cuerpo de la mujer, no por propia voluntad, busca las sogas: como todo cuerpo, busca las sogas al momento de la caida en un gesto desordenado, ambos brazos flamean a los lados del cuerpo, y las rodillas semiflexionadas no distribuyen el peso en forma pareja sobre ambos pies, lo que hace que toda ella se desplace hacia atrás al tiempo que cae con destino incierto.
Monzón intuye que debería ayudarla, evitar que llegue tan lejos. La trayectoria de su mujer pronto la llevará a impactar contra la baranda del balcón y es posible, dada la inercia del movimiento, que al golpear continue hacia abajo. Por eso es aconsejable el ring, para que el daño infringido en uno y otro de los que pelean sólo provenga de los puños enfrentados.
Susana Gimenez es rubia; Alain Delon, francés. Los dos hacen películas y ganan buen dinero. El público paga por ver en el cine a dos personas que pretenden ser otras. Y Monzón mismo tuvo su paso por el cine, pero él hacía de Monzón. La gente también paga buen dinero por ver a Monzón. Susana Gimenez no es, en verdad, rubia. Monzón lo sabe. Pero Alain Delon sí es frances y sabe mucho de mujeres.
Las oportunidades de prevenir la catástrofe disminuyen. Monzón mantiene la guardia en alto. Quiere intervenir y a la vez no quiere: quizá no era su intención llegar tan lejos, pero no está seguro: quizá sí era su intención hacer precisamente lo que hizo ¿Y no es acaso más cruel intervenir la caida del contrario para extender la golpiza que permitirle el reparador descanso de la lona?
El cuerpo de su mujer, al impactar contra la baranda del balcón, inicia el movimiento acrobático que lo llevará a una inevitable caida libre. Deja tras de sí una sandalia, desprendida del pie izquierdo. Al seguir el arco descripto por el pie desnudo, el ex campeón nota la pequeñez de las uñas pintadas de rojo -la del meñique es apenas un punto en el espacio- hasta que ya no puede ver del cuerpo ni las uñas ni nada.
Por un instante, Monzón relaja los brazos y deja vagar la mirada en busca de algo impreciso. Descubre a un vecino que, en el edificio de enfrente, sostiene un vaso de algo que parece whisky. El vecino de pie, desde su balcón, contempla la inmovil figura del pugilista, a quien saluda con un movimiento corto del brazo libre. Monzón no responde al saludo, aunque la cortesía del gesto le infunde una sensación de calma. No devuelve el saludo porque no tiene tiempo: debe asomarse al balcón para divisar el cuerpo caido que al fin descubre, ahí abajo, en una posición que no parece del todo incómoda. En su mente comienza la cuenta final: uno, dos, tres, cuatro...
9 comentarios:
Gran cuento. A Urman no hay con qué darle.
cuando es la presentación???
Es el 25 matías, en breve colgamos bien toda la info.
Saludos de todos
cuándo ponen al lado de toronto no y hojas de tamarisco los nuevos libritos??
la vamos a colgar en breve... supongo que junto a la de las otras dos cosas que publicamos antes de fin de año, más los esperadísimos simples!
Me gusta este relato. Voy a comprar la novela cuando salga, quiero ver otra literatura no pensada segun el canon de un editor marketinero.
Sigan adelante con el proyecto.
¿va a haber presentacion entonces?
a mí todavía no me llegó la invitación
alerta!
monzon y strassburguer son la misma persona
pregunta: ese texto corresponde a un libro? lo quiero: cúanto? dónde!
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