jueves

El sushi es una mierda



Daniel toma Coca Zero sentado en el sillón del living. Hace un rato que llegó el delivery con la comida, pero su mujer habla por teléfono con alguna de sus amigas, organizan un asado en un country para la semana que viene, cuando haya terminado el campeonato. Una vez Daniel escuchó que su señora le contaba a alguien del Rivotryl. Le armó un escándalo y casi le pega. No iba a ser la primera vez que las amigas de su esposa hablasen con el periodismo. Pero al final no pasó nada y ahora las cosas están mejor.
Por más que tiene hambre, Daniel espera a su mujer para cenar. Esta noche la mucama tiene franco. La tele divaga con películas dobladas al castellano y la repetición de un torneo de golf. Daniel está cansado, y no le parece mal momento para abrir un vino, dormirse rápido. Desde la calle se escucha el ruido de un camión de basura y, de repente, un petardo. Daniel se sobresalta. En lugar del vino busca el teléfono inalámbrico, marca cero pero su mujer sigue hablando. Y entonces no lo puede evitar. Ahora sí va a buscar el vino a la cocina. Pero antes de levantarse ya cambió de canal con el control remoto.
Los equipos todavía no salieron a la cancha y las cámaras enfocan a algunos jugadores que están en las tribunas. De repente, en un primer plano, la cara de Francis Ford Coppola. Daniel mira la botella de vino y vuelve a mirar a la pantalla. No está loco. Es él. Daniel vió El Padrino como un millón de veces. A todas las vió. Su favorita es le primera: Daniel es un tipo clásico. Siempre las lleva a las concentraciones y se las presta a los muchachos para que la corten un poco con el porno. Un ex colaborador le trajo una edición de lujo de los Estados Unidos, pero Daniel no abrió el paquete para no arruinarlas. Lo tiene guardado en su placard, entre los trofeos. ¿Pero qué mierda hace Coppola ahí? Por un momento piensa que es un doble y lo hicieron para joderlo, para que lo vea él, los de la tele siempre estuvieron arreglados con los bosteros. Pero la paranoia cede y Daniel vuelve a pensar en su pasado. En lo que hubiese sido su vida si no lo agarraban esa noche, si seguía en el club. En la cara de su viejo cuando le contó que se iba a River. Otra vez, vuelve a imaginarse presidente, la franja celeste y blanca cruzada en el pecho. Presidente, piensa, no como el negro de mierda ese. Suerte de mierda, piensa. En la tele, el negro salta y tira besos desde el palco. Otra vez parece un mono. Después le entregan una plaqueta a un tipo que jugaba en su mismo puesto y era el antifútbol en persona. Pero tenía suerte. Hoy pierden, piensa Daniel.
Cuando su mujer vuelve con el sushi servido en una bandeja, un segundo antes de que ella se interponga entre él y el televisor, Daniel escucha gritos y bocinazos desde la calle. Correte, me tapaste el gol, ¿en este momento tenías que venir? Su mujer sabe lo que se acerca y dice que va a la cocina a buscar servilletas. Daniel mira los festejos, el humo de las bengalas, y siente frío en las manos. Piensa en el hijo de puta de Ramón. De chico le dijeron que un mal trago se pasa mejor con algo rico. Entonces estira el brazo y se embucha dos pedazos de sushi. El salmón crudo está helado y a alguien se le fue la mano con el wasabi. Daniel tose, escupe en la alfombra. Putea con la boca llena. Su mujer vuelve y le pregunta que le pasa, le dice que no mire los partidos si no quiere amargarse. El sushi es una mierda, dice Daniel. No puedo creer que lo cobren lo que lo cobran. Después apaga la tele y va a la cocina. Busca otra copa de vino en la alacena y de la heladera saca un tupper con fiambre. El tarro de mayonesa. Galletitas de agua. Cuando vuelve al living, su mujer se sirvió vino y le comenta que estas vacaciones le encantaría volver a Tahití.
Antes de dormir, acostado en la cama, Daniel se pone a leer la biografía de Alejandro Magno que le regaló un dirigente del club. Uno de los pocos que todavía lo apoyan. Pero no puede concentrarse. Hace un rato, mientras lavaba la vajilla, escuchó el segundo estallido. Y al salir de la ducha el tercero. Su mujer deja la revista de modas que estaba leyendo y le hace caricias en los hombros. El libro de Alejandro Magno cae a un costado de la cama, cerca de las pantuflas de River que le regalo un chico paralítico. Al principio Daniel piensa en Coppola, en Michael Corleone, en su propio padre. Hasta que se relaja. Su mujer lo hace girar y empieza con los masajes en la espalda. Daniel abre la boca sobre la almohada de plumas. Escucha el roce de su mujer al desvestirse. Estira los brazos con la mente en blanco, y justo cuando empieza a suspirar suena el teléfono. No atiendas, dice su mujer. Pero Daniel sabe que si no se levanta el teléfono va a seguir toda la noche. Le hablo dos minutos y no jode más, dice. De paso traigo un shampucito de la cocina. Resignada, su mujer le hace una última caricia en la nuca. Daniel se destapa, camina lento por el living, sin encender las luces.
Atiende.
Del otro lado el jadeo de siempre. Es él.
¿Ariel?... ¿Ariel, sos vos? Son la una y media Ariel… ¿fuiste al médico hoy?
Ariel tiene hipo.
Dice que el domingo quiere jugar. Está muy borracho.
Daniel le dice mañana hablamos, tengo que dormir.
Y entonces, en voz muy baja, del otro lado del tubo Daniel empieza a escuchar: dale Bo, dale Bo, dale Bo…
Este microrelato fue publicado en la revista Goles.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

excelente!!!

lenguaviperina dijo...

sólido, Vanoli. Lo del comment anónimo poniendo excelente!!! es sospechoso, pero los genios son así, supongo (sospechosos).

Anónimo dijo...

Jota, soy ególatra pero para tanto no me da ... igual todavía me estoy recuperando de la emoción de cuando confestaste que eras gallina y te estás haciendo de Boca...

Anónimo dijo...

Her, me encanta el relato y la verdad, buenísima la revista. Y me sorprendió gratamente el nivel de los textos, siendo ua revista de deportes...
Todos los días se aprende algo nuevo.

jmasa_ko@hotmail.com dijo...

otros titulos posibles aunque menos marketineros:
- las milanesas de soja son una garcha.
- Nunca comas albondigas en los restaurantes.
- Esta pizza tiene mucha grasa.

jaja
saluditos,

Nina London dijo...

Te enteraste del nuevo sushi con vienísima?

Anónimo dijo...

No sabía, se le puede poner panceta también?

Mariano dijo...

Escuchemé Vanoli, no suelo postear casi nunca en los blog, ahora, su relato me obliga, por un lado porque me ha gustado mucho y en segundo porque mi corazón millonario lo rechaza profundamente.

un abrazo, Longueira.-

Anónimo dijo...

gracias por visitarnos, querido, y que conste en actas que yo necesito un River a pleno, de los que daban espectáculo, como el de Ramón.

abrazo, H

Anónimo dijo...

que vuelva Ramón, y paredón a Aguilar y Passarella, y a Kohan por su último libro, y a ciertos jugadores amateurs por su falta de decencia.

Anónimo dijo...

Daniel es Daniel Link?