sábado

La malvada

Si te la cruzás por ahí
y te dice que sabe
de todas nuestras reuniones
que nos conoce bien
si te asegura escuchar
lo que nosotros decimos
lo que pensamos
sentimos
si leyó las versiones de nuestro próximo libro
y te asegura que el tal J.U. es un bleff
si te pide
que la sigas
la arrincones
y la quieras
que la leas
no lo hagas
no le creas
es una sirena peligrosa
la mayor competencia de toda mujer
es la peor pesadilla que podría tener un hombre
no le creas
En serio
tenenos paciencia
Falta poco...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

queremos una foto del galán!!!!!

Anónimo dijo...

Esto es demasiado evidente en lo que se llama la prensa «cultural» (artes, literatura, filosofía, etc.) y en esas evaluaciones «finas» sobredeterminadas, sobrecodifïcadas, que no inducen inmediatamente la opinión pública como juicio político o decisión electoral. Cada vez que una institución mediática regula fenómenos de mercado a una escala masiva, confisca y censura también masivamente, dogmatiza, cualesquiera que sean su eclecticismo real o su liberalismo de fachada, sus virtudes o sus vicios, ya cautive, ya aburra, ya se la encuentre distinguida, vulgar, o las dos cosas a la vez. Cuando a un solo juez, se piense lo que se piense de tal o cual de sus talentos, se le confía aquí o allá un monopolio de evaluación, de filtración, de exposición a la plena luz, determina las ventas en los supermercados de la cultura. Así, una obra queda relegada lejos de la corte, hacia la noche de un recinto quasi privado, si no cumple las condiciones de visibilidad en ese gran pequeño espejo que fascina deformando, filtra y desvía hacia él tanta energía, interrumpe la conversación, pliega el cuerpo y la mirada social a una nueva fisiología, proyecta en fin al extranjero los últimos iconos de la cultura nacional. Hoy, con esta escala, de un libro tienen que venderse y, distingamos, leerse, más de diez mil ejemplares para ser otra cosa que una correspondencia confidencial y casi privada. Resultado: las investigaciones llamadas «difíciles», rebeldes al estereotipo de la imagen o de la narración, poco sometidas a las normas de la cultura así representada en su «media» (en singular, la «opinión» significa siempre la «media») quedan excluidas de la escena: ocultadas, privadas de la luz, del día. En consecuencia, se las juzga, cada vez más, «oscuras», «difíciles», o «ilegibles» y así se convierten en aquello que se dice que son y se quiere que sean: inaccesibles. El ciclo se acelera. Se diga lo que se diga de la calidad de nuestros media «culturales»

Anónimo dijo...

pero qué despliegue de cultura, que lo tiró.