sábado

Alguien sugirió...

en la cima de una tormenta de ideas, que nos llamásemos "Galgos y Conejas".
Los ecos de las risas no se apagan.

viernes

Rodeados

Al final no éramos los únicos: Puig es una especie de disfraz merodeador que asalta, intrépido, al despistado caminante. Me lo dijo un verdulero (envolvía las acelgas en una de esas notas que salieron a raíz de ese libro de Entropía, el de las cartas) y lo corroboré en mi compañero del delivery: deshojó La traición… para confeccionar una barrera entre su delgada campera y su remera de Intoxicados, para cuando anda en la Zanella. Y así. Si me pongo a buscar dónde andan mis libros de Puig seguro que encuentro cosas parecidas. Creo que mi ejemplar de Cae la noche…tiene en cada página una dirección y un teléfono: lo leí esa semana en que trabajé de remisero con el auto del negro Osa. El Negro me decía cuidameló (al auto) y yo sí, Negro, sí, y al final pasó lo de ese remisero o taxista, no me acuerdo, ese que tuvo el ataque de epilepsia, y me dio tanto miedo de que las pocas horas de sueño me llevaran a algo parecido que terminé de leer la novela, renuncié y me di cuenta de eso que todos ya saben, que Puig está en todas partes.

jueves

Felices veintipico


El postólogo dice que Graham Greene dijo esto . Y él lo piensa por el lado de la imputabilidad. Por nuestra parte, apuntamos que, más allá de cierta carga psicologista conductista que encarna la frase del escritor, no hay nada mejor que haber pasado los 16. Mientras la cultura- y todo lo demás- aboga por cierta refrescante ineludible idea de juventud, la adolescencia aún permanece como etapa sobrevalorada. Nada más equivocado. ¿Quién extraña las boludeces del viaje de fin de curso? ¿Alguien, en verdad, lo disfrutó? Eso y otro tipo de cotillón que venden en el mismo combo de juventud -frescas sonrisitas sexies incluidas-. Decir que Salinger lo mostró en su Guardián es un lugar común, pero frecuentarlo está bien. Dejen, entonces, a los pobres adolescentes en paz, ya sufren bastante, pobrecitos, démosle un condescendiente, "ya se les va a pasar"

Tamarisco

miércoles

FERIA EXPULSA LECTORES

A veces la Feria del libro actúa, como el BAFICI en su programada carrera en la que los trabajadores mortales no conseguimos entrada, como generador de desencantos.

¡Renunciamiento!
Siempre la fiaca nos dice, luego de padecer el pasillito apretado de estudiantes que disfrutan no tener que estar en el aula y gritan, todos a la vez en nuestros oídos como la canción de moda en un boliche de fin de año...¿Y si vamos para Corrientes?¿Y si esperamos a que se estrene? Esto tiene, obviamente, un correlato cobarde y pedestre: ¿Y si me tomo un fernet y me quedo achuchado leyendo en casa? ¿O viendo una peli y comiendo papas fritas?

lunes

Shakespeare Superstar


La máquina Shakespeare

Sonia Budassi. Publicado el 24 de abril en Perfil

No es sólo el ícono más reconocible del teatro clásico universal: absorbido por la alta y la baja cultura, sus obras son uno de los engranajes más productivos de la industria cultural. Traducido a 70 idiomas, sus ideas generan incluso libros de marketing y autoayuda. Este año se organiza en Londres el festival internacional "The Complete Works", que por primera vez pondrá en escena su obra completa. Cuál es su influencia en la escena local. Opinan Agustín Alezzo, Pompeyo Audivert, Ricardo Bartís, Roberto Cossa, Mauricio Kartun y Rubén Szuchmacher.
Sonia Budassi
Como "La Gioconda", que hoy sonríe tanto desde una lata de dulce de batata como desde las postales de los prestigiosos museos, William Shakespeare se convirtió, en apenas cuatro siglos, en un ícono incorporado tanto por la alta como por la baja cultura. El marketing y sus derivados –desde la industria del turismo hasta el cine– transformaron al "dramaturgo más importante de todos los tiempos" en una figura omnipresente. Referente de creadores y objeto de corrientes disímiles, el autor isabelino es, a 390 años de su muerte, una suerte de máquina que no deja de reproducirse: su influencia trasciende el ámbito artístico, y la demanda de sus productos están revestidos de un aura de calidad que alienta el consumo y alimenta desde el negocio editorial otros menos convencionales.
Según la revista Time, en 2004 se publicaron sólo en Inglaterra 125 títulos acerca de o escritos por él. Sus obras fueron traducidas a 70 idiomas, incluido el klingon, idioma de la serie de TV Star Treck. Aunque se conoce poco de su vida, sus biografías son best sellers. Hay libros de chistes, sitios que proporcionan "insultos shakespeareanos" (www.pangloss.com ), libros que intentan un acercamiento hermenéutico a su obra como Shakespeare, una guía, de los especialistas ingleses Mc Leish y Unwin, y también ediciones de divulgación que la reducen a argumentos básicos. En países angloparlantes se vende incluso Shakespeare Kitchen, un libro de recetas y What would Shakespeare do?, de autoayuda. ¿Tiene problemas en su empresa? Shakespeare puede ayudarlo: Olivier Mithodrama es un sistema de capacitación para líderes de empresas que trabajan con compañías como Nokia. Si creímos que Enrique V trata de un rey que quiere unir Inglaterra y Francia, Olivier ve a un CEO tratando de fusionar una empresa; Macbeth puede enseñarle a un gerente comercial cómo lidiar con la propia ambición.
En el plano crítico literario, las lecturas de sus obras se reproducen. Múltiples teorías lo tomaron como objeto. Lucas Margarit, especialista argentino en literatura inglesa, comenta: "El psicoanálisis y el estructuralismo, la historia cultural y el new criticism se han inmerso en su obra para sacar conclusiones disímiles. Esto se debe en parte a que Shakespeare no ofrece soluciones a los conflictos, lo que Elton llamó ‘dialéctica inconclusa’". El crítico norteamericano Harold Bloom, autor de Shakespeare, la invención de lo humano, se opone a la crítica histórica, a favor de un análisis puramente estético de quien estaría, según él, a la cabeza del canon occidental. Polémicas que, en definitiva, siguen alimentando la industria.
Y, claro, los homenajes: desde hoy y hasta el 2007, Londres es sede del festival internacional "The Complete Works", uno de los más importantes del mundo que, por primera vez, pondrá en escena toda la obra de Shakespeare incluyendo sus sonetos (se calcula que asistirán unos 700 mil espectadores). Como afirma el dramaturgo y director Rafael Spregerbuld, "la influencia mundial de Shakespeare es duradera y férrea. Por los motivos que fueren (tuvo contemporáneos tan buenos como él que no han tenido tanta suerte), el marketing universal de la cultura ya le ha adjudicado ese lugar intocable y coronado de laureles".
¿En qué parte de su obra está el germen de la popularidad? El especialista en literatura inglesa Rolando Costa Picazo afirma que Shakespeare ha generado arquetipos propios: "Tiene que ver con el plano mítico que escapa a la obra. Celos se dice Otelo, el amor que vence todo es Romeo y Julieta. El autor está arraigado en el imaginario popular". Kieve Staiff, director del Teatro General San Martín, asegura: "Su vigencia explica el interés de directores y actores por sus textos. Es una cuestión de grandeza y nadie, tampoco el público, quiere quedar fuera de ella".
Influencia contemporánea. En la Argentina, directores, narradores y dramaturgos de estilos diversos leen su obra, la interpretan o la reescriben. Inevitable, incluso quienes dicen no tenerlo como referente asumen haberlo leído. El dramaturgo y director del Teatro del Pueblo Roberto "Tito" Cossa asegura que el autor no lo inspira al escribir su propia obra, pero admite: "Rescato su teatralidad, la potencia de los personajes, especialmente la estatura poética y la notable precisión para contar la peripecia. Se metió a fondo con la condición humana, con las grandes pasiones de los hombres, que siguen siendo las mismas". Por su temática o por la creación de mundos a partir del lenguaje, varios perciben a Shakespeare como un contemporáneo (término acuñado en 1966 por el crítico polaco Jan Kott), más que como un autor universal y atemporal. El director Agustín Alezzo cuenta que "al trabajarlo, nos habla como si hubiera escrito hoy". Por su parte, Rubén Szuchmacher afirma: "Shakespeare pinta un mundo total, un mundo burgués que no ha cambiado".
También, desde perspectivas personales, lo leen escritores de distintas generaciones. Angélica Gorodischer, por ejemplo, dice estar atraída por un tema particular: "Cuando se trata de la muerte no es que yo la escriba pensando en Shakespeare, pero seguro él me mira por encima del hombro". Patricia Suárez se sitúa en otro lugar: "Me interesa el subtexto. Lo que no se dice es tan rico como lo que se dice. Por eso los personajes que parecen decir todo, como Ricardo III, son tan anómalos. Es en la relectura donde saltan los aspectos más complejos de sus textos". Carlos Gamerro confiesa: "Las piezas históricas me suministraron un modelo de cómo trabajar los temas políticos desde la literatura. Sus obras son modernas no tanto porque anticipan el presente sino porque el presente no ha logrado superarlas. Macbeth tiene el suspenso de Hitchcock y el ritmo de Duro de matar".
Cada artista ilumina a Shakespeare desde su perspectiva. O al revés. Mauricio Kartun considera que los dramaturgos son poetas, y declara: "Admiro la forma en que maneja simultáneamente y de manera tan solvente la mirada y el oído. Sus obras son un raro conservatorio de sensaciones donde cada una termina detonando metáforas y sentido". Su manejo del espacio escénico también se ha convertido en modelo. Pompeyo Audivert, que ha actuado y dirigido Shakespeare y ahora ensaya Rey Lear en el Teatro San Martín, subraya: "La forma de plantear la sucesión escénica, las entradas y salidas de los actores, los cambios de tiempo, el espacio pelado donde todo sucede, la dimensión poético-teatral del vacío donde los actores son lo más importante".
Según los especialistas, los fuertes del autor no estarían en los argumentos de sus obras que, como dice Costa Picazo, "no le importaban", sino en el lenguaje y la lógica de indeterminación en la que se mueven sus personajes, más cercana a la teoría del caos que a la estructura clásica de causa y efecto. Ricardo Bartís coincide en que el autor desaloja las hipótesis psicológicas: "Los personajes son más territorio de enunciación que caracteres tradicionales, son situaciones de alta intensidad, casi folletinescas por su condensación y ausencia de datos o circunstancias previas". Lo cierto es que el autor inglés plantea un doble movimiento. Hacia el pasado, reescribiendo y cambiando el eje tanto de la dramaturgia griega como de la comedia cristiana –como han señalado desde Thomas de Quincey hasta el poeta y crítico W.H. Auden–, y también hacia delante. Spregelburd agrega: "Su vigencia se debe a su capacidad para plagiar con genialidad, resolviendo antes que nosotros la cuestión de la ‘intertextualidad’: bien sabido es que robaba sus argumentos de todas partes (en la época la originalidad no era un valor como ahora). Y sin embargo, robó y asesinó (como debe ser), ya que hoy conocemos ciertas fábulas sólo por él".
Escena local. A pesar de que en la Argentina no hay gran tradición de representación clásica, las obras de Shakespeare siguen en cartel. Para oprobio de puristas, la producción local se inclina –a veces también por limitaciones de producción– a versiones libres que suelen rozar la cita posmoderna. Szuchmacher, que está preparando una versión de Otelo, explica: "Creo que hay veces en que se toma de manera superficial, que no se toman riesgos a pesar de que sea un autor ganchero. La fuerza de su obra no está sólo en las ideas sino en las elocuciones, en la idea de construcción de mundo". Alezzo remarca la recurrencia al autor en el país: "Se han hecho adaptaciones en todas las épocas", asegura. Y rescata las puestas inglesas, en especial las de Peter Brook, porque "es su lenguaje y hay versos que son imposibles de traducir" (ver recuadro).
De todas formas, las "versiones libres" son parte de la idiosincrasia del panorama de teatro porteño. "Buenos Aires es una ciudad que tiene un teatro básicamente contemporáneo. La cartelera muestra apenas un 5 por ciento de obras clásicas", afirma Spregelburd. "Cualquier puesta de sus obras pone de manifiesto más la adaptación que la obra en sí. Uno va a ver la variación de Bartís sobre Hamlet. Ese Hamlet, memorable, hablaba de cómo uno se apropia de los clásicos para afirmar su propio estar en el mundo aquí y ahora. No todos los clásicos permiten esa apropiación. Shakespeare, en ese sentido, es el más grande."
Laura Cerrato, titular de la cátedra de Literatura Inglesa de la UBA, asegura: "Creo que lo que hay es un reconocimiento de su genialidad. Rendirle pleitesía pasa a ser un lugar común, pero no estoy segura de que obedezca a una verdadera frecuentación de su obra". Lo cierto es que parece haber Shakespeare para todos, en todo el mundo: como autor, como personaje, como cita que legitima un discurso político, una teoría, un negocio. En suma, un clásico cuyo cruce entre "lo bajo" y "lo alto" sigue seduciéndonos como a sus contemporáneos o a los propios románticos dos siglos atrás.

martes

cosas raras

En la honorable facultad de Filosofia y Letras pasan cosas raras. Por ejemplo: mitad de una clase, materia de casi final de carrera. Mismo alumno visto desde los comienzos. Reflexión personal: "cómo se emputece la gente acá adentro".
Siguiente escena: contar en público por qué "nos marcó" nuestro libro de cabecera (sí, real, cual terapia de grupo: todo era cada vez más surrealista, no podía creer que en este mismo espacio en que Link, en que Viñas, en que Cohan...en fin) y bueno, que ese mismo alumno se despachó con "Levantad carpinteros..." y yo no pude dejar de escucharlo: uffff, un poquito de vergüenza ajena pero la intriga y cierta conmoción y al final salí corriendo a comprarlo.
Y sí, lo confirmo: Sallinger vuelve a sorprenderme y es increíble cómo llegué acá, pero a veces las lecturas surgen por los lugares menos esperados.
Y está bueno que sea así.
(Sólo espero que él no siga los pasos de Seymour)

Michiko es un personaje

Esta chica o señora o señorita que les digo se llama Michiko Kukatani, vive en NY y escribe, como una crítica exitosa y pop, en el NY Times.
Y ¡Michiko es una viva bárbara! ¡Descontractúrense rigurosos críticos universitarios, aburridos reseñistas de prensa masiva y especializada! La chica puede hacer cosas como ésta, darle duro y parejo al libro narrando como si fuera, ¡Un personaje de ficción! Un estilo que educa, critica y entretiene.

(También lo hizo, entre tantos, con Summer Crossing de Capote, escribiendo como Holly, de Desayuno en Tiffanys. Pero no la posteo porque es bastante bastante superior a mi reseña y tampoco es cuestión de hacerse mala prensa.)

Crucero de verano


Autor: Truman Capote
Género: novela
Editorial: Anagrama, $ 22

Sonia Budassi

En 2004, el diario español El mundo recordaba el aniversario de la muerte de Truman Capote con una nota titulada "Genio en el olvido". Hoy se vive el fenómeno inverso; su figura está presente en debates, biografías, reediciones, incluso en una película de Hollywood cuyo actor principal recibió el Oscar. En este contexto aparece Crucero de verano, su primera novela, escrita en 1943. El texto había permanecido inédito por voluntad del autor, aunque se sabe que siguió corrigiéndolo por un tiempo. Oportunidades del mercado mediante, el manuscrito fue encontrado y subastado. Random House y Alan U. Schwartz, titular de los derechos de su obra, decidieron publicarlo, a pesar de la voluntad del propio Capote. Las elegantes excusas de Schwartz forman el epílogo de esta edición, que vale más por las anécdotas de los últimos encuentros entre el abogado y el escritor que por las previsibles explicaciones de su decisión.
Crucero de verano, es cierto, presenta en estado germinal ciertos elementos que más tarde serán explotados con mayor profundidad. La descripción geográfica –en este caso, de Nueva York–, el clima y las estaciones –la lluvia traerá la tristeza, el sol acompañará la euforia– generan un escenario casi expresionista. También hay un acercamiento a los rituales de la aristocracia neoyorquina desde el punto de vista de un personaje femenino tenaz, Grady, que recuerda por momentos a Holly, de Desayuno en Tiffany´s. Pero Crucero... es una novela de iniciación que parte de la ingenuidad casi absoluta de esta joven de 17 años. El viaje físico, al contrario de Desayuno..., no lo emprende la protagonista sino sus padres, oportunidad que aprovecha para quedarse sola y seguir sus deseos en libertad. Básicamente: encontrarse con Clyde, un joven que reúne todas las características para ser un perfecto opuesto al modelo de novio esperado por su familia. Su enamorado no sólo es pobre y no tiene educación sino que, además –característica subrayada en el texto–, es judío. También cumple con el estereotipo de ser el tipo "rudo y atractivo", ante quien la "niña bien" cae ferozmente seducida. Hay un énfasis quizás excesivo en las diferencias sociales que separan y atraen a la joven pareja, mientras otros puntos de la historia quedan en un plano superficial. Los conflictos internos de la adolescente tienen la universalidad de cualquier época, incluido el triángulo compuesto por el amor de su amigo de toda la vida y por el "reo" que acaba de conocer. La elección entre la aventura y la seguridad tienen verdadero peso en la mente del lector; Grady vacilará entre impulsos que la conducen a vértigos desconocidos y a rutinas por venir. El verano, promediando la novela, ya no es festivo. La transición de la pérdida de la inocencia –Holly había recorrido medio Estados Unidos para llegar a NY, Grady apenas conoce Broadway– deja lugar a la de las incertidumbres del futuro.
La historia resulta entretenida, hay escenas bien planteadas –en especial las de tensión entre la pareja–, los diálogos son a la vez narrativos y dramáticos, las síntesis que resumen puntos de giro en el relato generan la tensión suficiente como para dejar al lector ávido de avanzar.
Se sabe que Capote fue un escritor obsesionado por la técnica: "Es una cuestión de aprender a manejar la narrativa de modo que se desenvuelva más de prisa y, al mismo tiempo, con mayor profundidad", supo decir una vez. En este debut, para el cual eligió una tercera persona omnisciente, parece no haber logrado la segunda premisa. Formalmente, la novela tiene una confección precisa, aunque, en algún sentido, se extraña al Capote que interponía a un narrador de voz potente, como el de Desayuno..., o el que directamente se involucraba en la anécdota de los textos post A sangre fría, reunidos en Música para camaleones. Sin embargo, la distancia que impone Crucero... no es radical: como escritor principiante, eligió –al igual que lo haría en Plegarias atendidas, su última e inconclusa novela– retratar un mundo que, por proximidad generacional (la escribió a los 19 años), conocía muy bien. La novela es un prolijo intento, en el que no vamos a encontrar la desfachatez que cabría esperar de una primera obra.
Una de las características de la obra de Capote es su gusto por retratar las formas sociales que definen la marginalidad. Pero en el final de esta novela surge una idea de reparación moral, que puede leerse como una acusación a los que se atreven a desacatar sus normas. O, tal vez, como una resolución algo apresurada a un conflicto que resulta de suma complejidad, incluso para un joven talento como él. Lo que es perdonable, por supuesto, ya que hay párrafos cuya lucidez valen por todo el libro. Y también entendible: por algo Capote, presumimos, nunca la había querido publicar.
Publicado en Cultura de PERFIL.

sábado

¿cosas de chicas?

La poesía me es en parte ajena y aún debo luchar contra ciertos arranques feministas que se me van de las manos. Aún así, hay cosas que no puedo callar: después de leer EL SUPLEMENTO Ñ me perturba la siguiente frase:"Existe un modo de decir masculino que no se está llevando muy bien con la poesía" dicha por una tal Maria Eugenia López representando a su cándida editorial de "poesía de chicas" (basta, están bastardeando el género!!!) llamada Edulp.
Para peor, la frase utiliza como cita de autoridad la premisa de que "Esto lo afirman poetas de otras generaciones que dan clínicas y talleres".
Pero ¿Quién? ¿Quiénes? ¿Dónde están los afamados poetas, por favor! Podríamos citar aquí a los múltiples muchachos sagaces y agudos que revolucionan la poesía actual, pero francamente no es necesario. Punto número uno: el hecho de no decir quiénes son "los poetas de otras generaciones" es, al menos, sospechoso. Se entiende la necesidad del respaldo, siempre ayuda ¿no? Pero querida Eugenia: ¿ realmente pensás que es creíble que otra persona, aparte de vos, se atrevería a tirar al aire una afirmación tan obsoleta como arbitraria (y encima daría su nombre?)

jueves

¿Medio Snob?

¿Por qué uno se vuelve tan intolerante con cierta literatura y, sin embargo, podemos soportar pésimas publicaciones periódicas y patéticos programas de TV? En mi caso, no volvería, como en el secundario, a leer a Dalmiro Saez. Por nada del mundo.

Alguien dijo...

"La soberbia es mala...¿cómo no se da cuenta?
Por algo es un pecado, ¿no?"