lunes
Shakespeare Superstar
La máquina Shakespeare
Sonia Budassi. Publicado el 24 de abril en Perfil
No es sólo el ícono más reconocible del teatro clásico universal: absorbido por la alta y la baja cultura, sus obras son uno de los engranajes más productivos de la industria cultural. Traducido a 70 idiomas, sus ideas generan incluso libros de marketing y autoayuda. Este año se organiza en Londres el festival internacional "The Complete Works", que por primera vez pondrá en escena su obra completa. Cuál es su influencia en la escena local. Opinan Agustín Alezzo, Pompeyo Audivert, Ricardo Bartís, Roberto Cossa, Mauricio Kartun y Rubén Szuchmacher.
Sonia Budassi
Como "La Gioconda", que hoy sonríe tanto desde una lata de dulce de batata como desde las postales de los prestigiosos museos, William Shakespeare se convirtió, en apenas cuatro siglos, en un ícono incorporado tanto por la alta como por la baja cultura. El marketing y sus derivados –desde la industria del turismo hasta el cine– transformaron al "dramaturgo más importante de todos los tiempos" en una figura omnipresente. Referente de creadores y objeto de corrientes disímiles, el autor isabelino es, a 390 años de su muerte, una suerte de máquina que no deja de reproducirse: su influencia trasciende el ámbito artístico, y la demanda de sus productos están revestidos de un aura de calidad que alienta el consumo y alimenta desde el negocio editorial otros menos convencionales.
Según la revista Time, en 2004 se publicaron sólo en Inglaterra 125 títulos acerca de o escritos por él. Sus obras fueron traducidas a 70 idiomas, incluido el klingon, idioma de la serie de TV Star Treck. Aunque se conoce poco de su vida, sus biografías son best sellers. Hay libros de chistes, sitios que proporcionan "insultos shakespeareanos" (www.pangloss.com ), libros que intentan un acercamiento hermenéutico a su obra como Shakespeare, una guía, de los especialistas ingleses Mc Leish y Unwin, y también ediciones de divulgación que la reducen a argumentos básicos. En países angloparlantes se vende incluso Shakespeare Kitchen, un libro de recetas y What would Shakespeare do?, de autoayuda. ¿Tiene problemas en su empresa? Shakespeare puede ayudarlo: Olivier Mithodrama es un sistema de capacitación para líderes de empresas que trabajan con compañías como Nokia. Si creímos que Enrique V trata de un rey que quiere unir Inglaterra y Francia, Olivier ve a un CEO tratando de fusionar una empresa; Macbeth puede enseñarle a un gerente comercial cómo lidiar con la propia ambición.
En el plano crítico literario, las lecturas de sus obras se reproducen. Múltiples teorías lo tomaron como objeto. Lucas Margarit, especialista argentino en literatura inglesa, comenta: "El psicoanálisis y el estructuralismo, la historia cultural y el new criticism se han inmerso en su obra para sacar conclusiones disímiles. Esto se debe en parte a que Shakespeare no ofrece soluciones a los conflictos, lo que Elton llamó ‘dialéctica inconclusa’". El crítico norteamericano Harold Bloom, autor de Shakespeare, la invención de lo humano, se opone a la crítica histórica, a favor de un análisis puramente estético de quien estaría, según él, a la cabeza del canon occidental. Polémicas que, en definitiva, siguen alimentando la industria.
Y, claro, los homenajes: desde hoy y hasta el 2007, Londres es sede del festival internacional "The Complete Works", uno de los más importantes del mundo que, por primera vez, pondrá en escena toda la obra de Shakespeare incluyendo sus sonetos (se calcula que asistirán unos 700 mil espectadores). Como afirma el dramaturgo y director Rafael Spregerbuld, "la influencia mundial de Shakespeare es duradera y férrea. Por los motivos que fueren (tuvo contemporáneos tan buenos como él que no han tenido tanta suerte), el marketing universal de la cultura ya le ha adjudicado ese lugar intocable y coronado de laureles".
¿En qué parte de su obra está el germen de la popularidad? El especialista en literatura inglesa Rolando Costa Picazo afirma que Shakespeare ha generado arquetipos propios: "Tiene que ver con el plano mítico que escapa a la obra. Celos se dice Otelo, el amor que vence todo es Romeo y Julieta. El autor está arraigado en el imaginario popular". Kieve Staiff, director del Teatro General San Martín, asegura: "Su vigencia explica el interés de directores y actores por sus textos. Es una cuestión de grandeza y nadie, tampoco el público, quiere quedar fuera de ella".
Influencia contemporánea. En la Argentina, directores, narradores y dramaturgos de estilos diversos leen su obra, la interpretan o la reescriben. Inevitable, incluso quienes dicen no tenerlo como referente asumen haberlo leído. El dramaturgo y director del Teatro del Pueblo Roberto "Tito" Cossa asegura que el autor no lo inspira al escribir su propia obra, pero admite: "Rescato su teatralidad, la potencia de los personajes, especialmente la estatura poética y la notable precisión para contar la peripecia. Se metió a fondo con la condición humana, con las grandes pasiones de los hombres, que siguen siendo las mismas". Por su temática o por la creación de mundos a partir del lenguaje, varios perciben a Shakespeare como un contemporáneo (término acuñado en 1966 por el crítico polaco Jan Kott), más que como un autor universal y atemporal. El director Agustín Alezzo cuenta que "al trabajarlo, nos habla como si hubiera escrito hoy". Por su parte, Rubén Szuchmacher afirma: "Shakespeare pinta un mundo total, un mundo burgués que no ha cambiado".
También, desde perspectivas personales, lo leen escritores de distintas generaciones. Angélica Gorodischer, por ejemplo, dice estar atraída por un tema particular: "Cuando se trata de la muerte no es que yo la escriba pensando en Shakespeare, pero seguro él me mira por encima del hombro". Patricia Suárez se sitúa en otro lugar: "Me interesa el subtexto. Lo que no se dice es tan rico como lo que se dice. Por eso los personajes que parecen decir todo, como Ricardo III, son tan anómalos. Es en la relectura donde saltan los aspectos más complejos de sus textos". Carlos Gamerro confiesa: "Las piezas históricas me suministraron un modelo de cómo trabajar los temas políticos desde la literatura. Sus obras son modernas no tanto porque anticipan el presente sino porque el presente no ha logrado superarlas. Macbeth tiene el suspenso de Hitchcock y el ritmo de Duro de matar".
Cada artista ilumina a Shakespeare desde su perspectiva. O al revés. Mauricio Kartun considera que los dramaturgos son poetas, y declara: "Admiro la forma en que maneja simultáneamente y de manera tan solvente la mirada y el oído. Sus obras son un raro conservatorio de sensaciones donde cada una termina detonando metáforas y sentido". Su manejo del espacio escénico también se ha convertido en modelo. Pompeyo Audivert, que ha actuado y dirigido Shakespeare y ahora ensaya Rey Lear en el Teatro San Martín, subraya: "La forma de plantear la sucesión escénica, las entradas y salidas de los actores, los cambios de tiempo, el espacio pelado donde todo sucede, la dimensión poético-teatral del vacío donde los actores son lo más importante".
Según los especialistas, los fuertes del autor no estarían en los argumentos de sus obras que, como dice Costa Picazo, "no le importaban", sino en el lenguaje y la lógica de indeterminación en la que se mueven sus personajes, más cercana a la teoría del caos que a la estructura clásica de causa y efecto. Ricardo Bartís coincide en que el autor desaloja las hipótesis psicológicas: "Los personajes son más territorio de enunciación que caracteres tradicionales, son situaciones de alta intensidad, casi folletinescas por su condensación y ausencia de datos o circunstancias previas". Lo cierto es que el autor inglés plantea un doble movimiento. Hacia el pasado, reescribiendo y cambiando el eje tanto de la dramaturgia griega como de la comedia cristiana –como han señalado desde Thomas de Quincey hasta el poeta y crítico W.H. Auden–, y también hacia delante. Spregelburd agrega: "Su vigencia se debe a su capacidad para plagiar con genialidad, resolviendo antes que nosotros la cuestión de la ‘intertextualidad’: bien sabido es que robaba sus argumentos de todas partes (en la época la originalidad no era un valor como ahora). Y sin embargo, robó y asesinó (como debe ser), ya que hoy conocemos ciertas fábulas sólo por él".
Escena local. A pesar de que en la Argentina no hay gran tradición de representación clásica, las obras de Shakespeare siguen en cartel. Para oprobio de puristas, la producción local se inclina –a veces también por limitaciones de producción– a versiones libres que suelen rozar la cita posmoderna. Szuchmacher, que está preparando una versión de Otelo, explica: "Creo que hay veces en que se toma de manera superficial, que no se toman riesgos a pesar de que sea un autor ganchero. La fuerza de su obra no está sólo en las ideas sino en las elocuciones, en la idea de construcción de mundo". Alezzo remarca la recurrencia al autor en el país: "Se han hecho adaptaciones en todas las épocas", asegura. Y rescata las puestas inglesas, en especial las de Peter Brook, porque "es su lenguaje y hay versos que son imposibles de traducir" (ver recuadro).
De todas formas, las "versiones libres" son parte de la idiosincrasia del panorama de teatro porteño. "Buenos Aires es una ciudad que tiene un teatro básicamente contemporáneo. La cartelera muestra apenas un 5 por ciento de obras clásicas", afirma Spregelburd. "Cualquier puesta de sus obras pone de manifiesto más la adaptación que la obra en sí. Uno va a ver la variación de Bartís sobre Hamlet. Ese Hamlet, memorable, hablaba de cómo uno se apropia de los clásicos para afirmar su propio estar en el mundo aquí y ahora. No todos los clásicos permiten esa apropiación. Shakespeare, en ese sentido, es el más grande."
Laura Cerrato, titular de la cátedra de Literatura Inglesa de la UBA, asegura: "Creo que lo que hay es un reconocimiento de su genialidad. Rendirle pleitesía pasa a ser un lugar común, pero no estoy segura de que obedezca a una verdadera frecuentación de su obra". Lo cierto es que parece haber Shakespeare para todos, en todo el mundo: como autor, como personaje, como cita que legitima un discurso político, una teoría, un negocio. En suma, un clásico cuyo cruce entre "lo bajo" y "lo alto" sigue seduciéndonos como a sus contemporáneos o a los propios románticos dos siglos atrás.
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