lunes

La experiencia de Mario (mas sobre galgos y conejas)

Después de leer varias veces “Al otro lado del río y entre los árboles” Mario empezó a rodar su primera película. Durante las tomas iniciales el título del proyecto fue “Rápido”. Pero con el correr del tiempo uno de los asistentes le propuso un nombre catalítico, algo que hiciera llegar al espectador toda la furia contenida en el proyecto. A Mario le gustó. La película se llamaría “Galgos y conejas”. Los días pasaron. Una tarde, desde afuera del set, alguien dijo: “Yo filmé esa película”. No le dieron importancia. Pero tanto esmero ponía aquel hombre –gordo, voz aguda, irritante- en repetir una y otra vez que el título era suyo, que al final lo hicieron pasar.
La película de Mario transcurría en una especie de guerra santa entre homosexuales. Unos decían que creían en el pito y otros que creían en el culo. El punto G está en el culo. El punto G está en el pito. Ese era el eje de una discusión que había desembocado en un enfrentamiento armado de proporciones. El gordo dijo: si se va a llamar “Galgos y conejas” déjenme opinar. Lo dejaron: según el hombre la cosa tenía que ser salvaje, real, experiencia pura. Y Mario, que todo lo hacía con aquel libro de Hemingway bajo el brazo, siempre atento a la emotiva literaturidad de lo real, estuvo de acuerdo. Así que promediando el rodaje el guión cambió bruscamente de rumbo. Ahí estaban los pitos y los culos, unos adentro de otros, todo el tiempo, y la idea era que el espectador reconociera a los personajes en función de las formas y colores y detalles de los diferentes órganos. En una secuencia, el gordo, disfrazado de Hemingway, le sacaba la virginidad a un nene de once o doce, quien al entrar al baño del colegio para hacerse una paja encontraba el gran culo parado del gordo y no podía resistir la tentación de penetrarlo.
Todo así. Así que el gordo, en muy poco tiempo, había pasado a ser el protagonista. La única contrariedad, para Mario, era el que la película, una vez terminada, sorteara la censura. El gordo decía: “Mario, que la censuren, eso siempre ayuda, esto es ficción.” Sin embargo, hacia el final del rodaje no había muchas maneras de pretender que lo que habían hecho en el set fuera exclusivamente ficción. Intercaladas con las tomas que figuraban en el guión, sumamente pautadas, el gordo propuso la introducción de todos los backstages, donde una misma escena de putos matándose entre sí no podía ser vista sino como la filmación de verdaderos putos matándose verdaderamente entre sí. Mario se agarraba la cabeza. “Esto no puede ser”, se decía, pero al mismo tiempo estaba tan entusiasmado con lo que resultaría ser el producto final de su ópera prima que él mismo se postuló como verdugo para una de las acciones.
Y así se hizo: Mario maltrató y mató a varios putos. Y tanto le gustó el rol que, a continuación, quiso saber cómo se sentiría el estar del otro lado. “Galgos y conejas”, entonces, terminaba con una larga secuencia donde Mario era perseguido por cuatro putos salvajes. Corrían por sobre las instalaciones de una gran represa hidroeléctrica. Y al principio los operarios ayudaban a Mario en el escape, pero al final, hartos de salvarle la vida a ese imbécil, eran ellos quienes lo apresaban y terminaban por entregarlo a sus perseguidores, quienes luego de violarlo y golpearlo lo arrojaban al vacío. En cámara lenta, Mario se despedazaba en las diferentes partes del muro de la represa contra las que el cuerpo rebotaba. Al fin, convertido en amasijo de carne sangrante y huesos rotos sobre el lecho seco del río, el alma de Mario, un pequeño humito que salía de entre sus restos, comenzaba a ascender. Y la música trágica, fúnebres tambores y timbales, daba lugar a los aplausos de todo el equipo de filmación, porque ese humito no sólo era el alma inmortal de Mario sino la inmortalidad de “Galgos y conejas”, la excepcional película que todos ellos habían filmado.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto es lo que algunos llaman, un relato epico, la ficcion dentro de la ficcion da para demasiado.

Anónimo dijo...

sigo preguntándome, Bruzzone: ¿¿qué recorridos siniestros hizo esta lúdica trama en tu cabeza??
yo te voy a ayudar, no te preocupes, saldremos de esto.

Anónimo dijo...

El problema de Mario estuvo, creo yo, en la financiación. Si Sofovich hubiera participado del proyecto, mario se hubiera quedado en la fase de las mutilaciones, y a los putos les hubiera metido patas de palo en el otro, sin necesidad de matar a nadie, porque sabemos todos que el cine no existe. Pamela Davida hubiera hecho un bolo chupando una pata de palo pintada con los colores de La Nueva Seguros (violeta y amarillo, la compañia de seguros de los tacheros) y a los tres meses Mario hubiera estado protagonizando un melodrama gay con Fantino y el hijo invertido de Alberto Fernandez. La producción hubiera sido de PolKa y celeste cid, en su retorno triunfal, hubiera hecho de oligofrénica. Pero se ve que Mario era un artista, que se le va a hacer.

Anónimo dijo...

oh, el dinero!!!!

Anónimo dijo...

tiene algo que ver con el mono mario?

Anónimo dijo...

Grosso, Bruzzone, grosso.
Esos textos que hacen que, entre otras cosas, uno se pregunte por qué escribe cosas tan anodinas y estructuradas. Bah, yo qué sé, digo.