sábado

Nota Tamarisco en Llegás

Fernanda Nicolini escribió este lindo texto sobre la editorial y sus libros en la Revista Llegás de Septiembre

Hojas que circulan

La editorial independiente Tamarisco acaba de debutar con dos libros. ¿El objetivo? Que la narrativa logre, como lo hizo la poesía, abrir canales independientes de publicación.

Algunos se pondrán contentos -especialmente ciertos editores de Llegás- al leer que Tamarisco, esta nueva editorial independiente, sólo admite narrativa, nada de poesía. No por generar rivalidad entre ambos géneros -si al fin de cuentas todo narrador tiene sus poemitas y los poetas sueñan con su gran novela- sino por cierta esperanza de que la narrativa finalmente encuentre modos alternativos de difusión fuera de las grandes editoriales.

El primer paso de los creadores de Tamarisco -Hernán Vanoli Félix Bruzzone, Sonia Budassi y Violeta Gorodischer- fue hacerse cargo de esa parálisis que tiene la pubicación de narrativa. “Creemos que mientras los poetas agitaron, se leyeron entre sí y publicaron, abriendo un nuevo circuito editorial, los narradores se durmieron; se quedaron en la de siempre, circuitos limitados por el mercado”, dice Sonia, erigida en vocera del grupo. Cuenta que primero se leyeron entre sí en ciclos o talleres literarios y que a partir de ahí se hicieron amigos.

Así surgió Tamarisco, que funciona en primer lugar como grupo de intercambio: “Comentamos lecturas, eventos a los que fuimos, lo que estamos escribiendo, lo que leímos y nos gustó o nos pareció un garrón. Y lo que veíamos, o vemos, es que casi no hay editoriales independientes en narrativa, autogestionadas, así que intentamos poner un pie en este espacio disponible que nos interesa como apuesta personal y para hacer circular nuevas voces de otro modo que no sea por blog o por mail”.

¿El resultado? Dos libros de prolija y bella factura para el debut: Hojas de Tamarisco, con cuentos de los miembros de la editorial, y Toronto no, con textos breves de Leonel Livchits. Si bien una de las motivaciones para crear una editorial es poder difundir la producción propia, que la colección se inicie con Hojas de Tamarisco también puede leerse como un acto de compromiso y hasta de valentía. Significa proclamar “esto es lo que escribimos nosotros y desde acá nos paramos para editar”.

En Llegar a otro miércoles, el primer cuento de la antología, Hernán Vanoli recrea un universo en la línea de la ciencia ficción que se limita a cambiar las reglas conocidas para reinventar el comportamiento social. Así, lo que se presenta como una postal de vacaciones en la playa, de a poco troca en una suerte de mundo post apocalíptico, donde la crueldad y la tortura están ritualizadas. Vanoli se encarga, sin embargo, de evitar que el texto se torne opresivo a través del humor y la agilidad de su prosa. En Otras fotos de mamá, Félix Bruzzone recurre a una temática que en la literatura argentina por momentos resulta agotada: “los desaparecidos”. Pero acierta al construir una historia donde son los detalles de la cotideaneidad, o las pequeñas situaciones, las que cobran vigor y empujan el relato. El cuento de Sonia Budassi, Acto de fe, es el más arriesgado en cuanto a la forma: la prosa afiebrada, donde los discursos se entremezclan (monólogos internos, voces de teceros o de la narradora), se combina con una trama igual de agitada, donde la alienación de una estudiante argentina que vive en forma ilegal en Estados Unidos tensiona el cuento hasta el final. Violeta Gorodischer apuesta en “Tréboles” a una historia sencilla, con prosa despojada y prolija, en la que un niño se evade de un padre violento. Un detalle final será el que resignifice la trama. La otra publicación, Toronto no, de Leonel Livchits, es un extraño libro de microrelatos donde la lógica de construcción se rige por el juego y el chiste, a veces con resultados interesantes y otras no tanto.

Más allá de las dificultades económicas evidentes para publicar (“nos financiamos sacando plata de abajo de los colchones y organizando lo que venga: shows, kermeses, strippers, robos. Además, hacemos todo nosotros”), los Tamarisco se animan con una teoría-opinión acerca del estancamiento de la circulación de narrativa. Y lo dicen: “En general los narradores son más prejuiciosos. Tienen más pretensiones que los poetas al pensarse como escritores; pretensiones a veces un tanto absurdas y que pueden llegar a condicionar los textos en pos de objetivos como, por ejemplo, el de ganar un premio. En esta lógica queda producción muy interesante afuera, por no entrar en esos parámetros”. Pero advierten un circuito naciente, con el cual están en contacto, de “nueva y buena” narrativa.

Sin duda, la resistencia y permanencia en un área por momentos adversa son ideas plantadas desde el nombre de la editorial: el tamarisco es un árbol que crece en la playa y que resiste las inclemencias del tiempo. “ Resistir, crecer, proliferar en superficies áridas, duras. Esa sería la intención de la editorial”, concluye Sonia.

Fernanda Nicolini

Ficha

Editorial Tamarisco

Sus libros se consiguen en librerías o en

www.editorialtamarisco.com.ar

martes

Pero el Ulises todavía no lo termino

16-12-1909

"Dulce niña querida, ¡finalmente me escribes ! Seguro que te has masturbado ferozmente para escribirme una carta tan incoherente. En cuanto a mí, estoy tan fuera de forma que tendrás que lamerme una buena hora antes de que pueda tener un cuerno lo suficientemente firme para metértelo, no digamos para cogerte (...) Querida, toda la cogida debe ser hecha por ti, porque como estoy de blando y diminuto ninguna niña en Europa, a excepción tuya, desperdiciaría su tiempo y energía conmigo. Cógeme, querida, en todas las nuevas formas que tu deseo sugiera. Cógeme ataviada con tus vestidos de calle, con tu velo y tu sombrero puestos, con tu cara sonrosada por el viento y el frío y las botas embarradas; cógeme también a caballo sobre mis piernas, cuando esté sentado en una silla, montándome de arriba hacia abajo mostrándome los ribetes de tus bragas o móntame sobre la espalda de un sillón. Desnuda, cógeme, solamente con tus medias y tu sombrero puesto, acostados en el piso, con una flor roja en el culo, montándome como un hombre, con tus muslos entre los míos y tu robusto trasero. Móntame vestida con tu bata de estar (ojalá tengas esa tan bonita), con nada debajo de ella, ábrela repentinamente y muéstrame tu vientre y tus muslos y tu espalda y empújame sobre ti, encima de la mesa de la cocina. Cógeme con tu culo, boca abajo en la cama, con tu cabello suelto, desnuda, pero con tus adorables bragas perfumadas, abiertas desvergonzadamente de atrás y medio caídas, de modo que se pueda entrever un poco tu trasero. Cógeme si puedes acuclillada en el baño, con tus vestidos levantados, como una puerca que caga..."

Carta de James Joyce a Nora Barnacle

lunes

La experiencia de Mario (mas sobre galgos y conejas)

Después de leer varias veces “Al otro lado del río y entre los árboles” Mario empezó a rodar su primera película. Durante las tomas iniciales el título del proyecto fue “Rápido”. Pero con el correr del tiempo uno de los asistentes le propuso un nombre catalítico, algo que hiciera llegar al espectador toda la furia contenida en el proyecto. A Mario le gustó. La película se llamaría “Galgos y conejas”. Los días pasaron. Una tarde, desde afuera del set, alguien dijo: “Yo filmé esa película”. No le dieron importancia. Pero tanto esmero ponía aquel hombre –gordo, voz aguda, irritante- en repetir una y otra vez que el título era suyo, que al final lo hicieron pasar.
La película de Mario transcurría en una especie de guerra santa entre homosexuales. Unos decían que creían en el pito y otros que creían en el culo. El punto G está en el culo. El punto G está en el pito. Ese era el eje de una discusión que había desembocado en un enfrentamiento armado de proporciones. El gordo dijo: si se va a llamar “Galgos y conejas” déjenme opinar. Lo dejaron: según el hombre la cosa tenía que ser salvaje, real, experiencia pura. Y Mario, que todo lo hacía con aquel libro de Hemingway bajo el brazo, siempre atento a la emotiva literaturidad de lo real, estuvo de acuerdo. Así que promediando el rodaje el guión cambió bruscamente de rumbo. Ahí estaban los pitos y los culos, unos adentro de otros, todo el tiempo, y la idea era que el espectador reconociera a los personajes en función de las formas y colores y detalles de los diferentes órganos. En una secuencia, el gordo, disfrazado de Hemingway, le sacaba la virginidad a un nene de once o doce, quien al entrar al baño del colegio para hacerse una paja encontraba el gran culo parado del gordo y no podía resistir la tentación de penetrarlo.
Todo así. Así que el gordo, en muy poco tiempo, había pasado a ser el protagonista. La única contrariedad, para Mario, era el que la película, una vez terminada, sorteara la censura. El gordo decía: “Mario, que la censuren, eso siempre ayuda, esto es ficción.” Sin embargo, hacia el final del rodaje no había muchas maneras de pretender que lo que habían hecho en el set fuera exclusivamente ficción. Intercaladas con las tomas que figuraban en el guión, sumamente pautadas, el gordo propuso la introducción de todos los backstages, donde una misma escena de putos matándose entre sí no podía ser vista sino como la filmación de verdaderos putos matándose verdaderamente entre sí. Mario se agarraba la cabeza. “Esto no puede ser”, se decía, pero al mismo tiempo estaba tan entusiasmado con lo que resultaría ser el producto final de su ópera prima que él mismo se postuló como verdugo para una de las acciones.
Y así se hizo: Mario maltrató y mató a varios putos. Y tanto le gustó el rol que, a continuación, quiso saber cómo se sentiría el estar del otro lado. “Galgos y conejas”, entonces, terminaba con una larga secuencia donde Mario era perseguido por cuatro putos salvajes. Corrían por sobre las instalaciones de una gran represa hidroeléctrica. Y al principio los operarios ayudaban a Mario en el escape, pero al final, hartos de salvarle la vida a ese imbécil, eran ellos quienes lo apresaban y terminaban por entregarlo a sus perseguidores, quienes luego de violarlo y golpearlo lo arrojaban al vacío. En cámara lenta, Mario se despedazaba en las diferentes partes del muro de la represa contra las que el cuerpo rebotaba. Al fin, convertido en amasijo de carne sangrante y huesos rotos sobre el lecho seco del río, el alma de Mario, un pequeño humito que salía de entre sus restos, comenzaba a ascender. Y la música trágica, fúnebres tambores y timbales, daba lugar a los aplausos de todo el equipo de filmación, porque ese humito no sólo era el alma inmortal de Mario sino la inmortalidad de “Galgos y conejas”, la excepcional película que todos ellos habían filmado.

viernes

Aviso

La banda cordobesa y el amigo Funes, entre otros, leerán este sábado en La casa de la poesía (honduras 3784) desde las 18,30hs.
Como el sr. Oliveira se colgó, no tenemos imagen que acompañe nuestro anuncio. De todas formas, nuestra más ferviente recomendación.
Sabrán disculpar.

miércoles

La intimidad de los muertos

Cuando el non fiction estaba de moda y Capote parecía el más audaz de los escritores del género, J.P. Donleavy publicó Cuento de hadas en Nueva York y se ubicó a contrapelo de esa estética imperante. Un amigo me regaló el libro hace unos años con dos advertencias. "No intentes copiarlo. No te va a salir", era una. La otra, de menor importancia, tenía que ver con cierta "perversión" que él atribuía al personaje. El comienzo del libro es tristísimo. Cornelius Christian llega desde Irlanda a Nueva York. En el viaje en barco su mujer muere súbitamente. En tierra desconocida, no sólo tiene que buscar alojamiento y trabajo, sino brindar digno entierro a su mujer. Consigue una inmunda pensión donde quedarse. Y, por un canje, empieza a trabajar en la casa de sepelios que veló a su mujer. A partir de aquí, los tópicos de Donleavy (presentes en la calificada de pornográfica The Ginger Man, o en The Saddest Summer of Samuel S) se reiteran –la pérdida de un ser querido, el humor negro, el erotismo– y ponen en juego, por lo bajo, el eterno dilema entre estilo personal y autoplagio.
Apenas empecé el libro, entendí lo que mi amigo quería decir. Algo así como "no lo intente en su casa, estamos usando material peligroso". Donleavy cambia –incluso en la misma oración– de tercera persona a primera, corta su prosa en versos y arma, con una sintaxis liberada –sin por eso apostar al sinsentido–, la oscura densidad que tiene la trama, enrarece el mundo neoyorquino y quiebra la calma del lector, al que compromete cada vez más con el personaje hasta hacerle sentir la ambigua intimidad del mundo de los muertos. Donleavy, hoy con ochenta años, vive en un inmenso castillo irlandés, luego de haber escrito más de una docena de novelas y obras de teatro. Mientras tanto, en la Argentina sigue siendo un autor casi secreto; y sus recursos, más lavados, llaman la atención de los maestros de escuela cuando los encuentran en autores argentinos posteriores.
(Publicado el 10 de septiembre en el Suplemento de Cultura de diario Perfil)

martes

Qué Éxito. Escriben más de nosotros...

Exito acaba de sacar su nuevo número. Aquí, Inés Acevedo reseña Editorial Tamarisco.

"En el mapa literario están juntos y en el geográfico separados. Uno en Buenos Aires y el otro en Tandil. Son dos grupos de amigos que editaron y publicaron sus textos, y sus proyectos son atípicos: Editorial Tamarisco es una editorial independiente de narrativa, y Preferiría no hacerlo una revista de poesía. Pero el problema de publicar les quita el sueño a los dos." continuar.

Y acá, Natalí Schejtman reseña las playas de Llegar a otro miércoles, el cuento de Hernán Vanoli, de la antología Hojas de Tamarisco.

"El clima está enrarecido. Todo acá es impuro: se recibe el diario, se baja en ascensores y las playas esponsoreadas son un dato más, nada para recalcar (volviendo por última vez a Pauls, por momentos su escritura recuerda a los poemas en los que Girondo se extrañaba frente a los avances de la ciudad moderna, a los kioscos que se tragaban a la gente, a los tranvías que atropellaban la sombra de una señora). Es decir, el espacio balneario llama, primero que nada, a la confusión, a la ambigüedad: el mar es gris, como el asfalto..." continuar...

viernes

Musicos amigos

MI TORTUGA MONTREUX
TERCER DISCO!
Presentación Oficial
Domingo 17 de septiembre
1630 hs brindis

17 hs conciertoBanda invitada: ROSAL
ND AteneoParaguay 918 (capital)
Entradas desde $10

lunes

se dice de Hojas de Tamarisco/ by revista sudestada

La revista de Cultura Sudestada acaba de publicar, en su número de septiembre, una reseña de Hojas de tamarisco firmada por Anabella Castro Avelleyra.

Puede leerse aquí abajo, en este link o en papel, si es que desean ver el contenido completo de esta revista independiente que acaba de cumplir sus primeros 5 años en la calle.


Autor: Autores varios
"Hojas de Tamarisco", editorial Tamarisco, 2006.


Tamarisco es una nueva editorial que toma su nombre de un arbusto de ramas delgadas y corteza resistente. No hay en la solapa ni en la contratapa del libro referencia al aspecto de las hojas del arbusto en cuestión, pero guiándose por Hojas de Tamarisco uno debe pensar que se trata de un follaje incipiente y variado: pequeños brotes que prometen convertirse en un inmenso verdor.
Hojas de Tamarisco está compuesto por cuatro relatos breves que, a pesar de tener una temática y un estilo distintivo y personal, funcionan como un todo coherente y armonioso. “Llegar a otro miércoles”, de Hernán Vanoli, muestra a una particular pareja en una ciudad balnearia en la que tienen lugar unos extraños rituales de canibalismo. En “Otras fotos de mamá”, de Félix Bruzzone, el protagonista sigue las pistas que le permitan revelar algo más acerca de su madre, desparecida durante la última dictadura militar. Sonia Budassi aporta el relato más audaz, “Acto de fe”, sobre una argentina en Estados Unidos, un grupo multicultural y un evento inesperado que hace que sus devaneos mentales sean cada vez más cáusticos y desopilantes. El libro cierra con una historia de velada violencia familiar, de calladas angustias e histéricos gritos, de miedos que sólo pueden ser enfrentados con la protección que brindan los “Tréboles” que dan nombre al relato de Violeta Gorodischer.
La editorial Tamarisco se presenta a sí misma como un espacio de “apuesta y búsqueda”. Con este libro, parecen estar buscando en los lugares correctos y los beneficiarios de su apuesta no son sólo los escritores publicados sino también los lectores agradecidos.

viernes

"Toronto no" y una reseña de primavera

Mavrakis y Valdés, en un acto de apertura de género, le ceden el espacio a la Bullrich que, apasionada, contestataria, reseña Toronto no.
"Mientras el Gordo Gostanián y el Pato Galmarini dirimen en un próximo duelo a pistolas (al amanecer) cuál de los dos será el "autor consagrado y canónico de una generación", Mavrakis y Valdés opta por apuntar sus cobres – al menos hasta que se oiga el cierre final de alguna de esas bolsas negras para cadáveres – hacia una crítica debutante, la Piba Bullrich. En tal caso, se le asignó como primera tarea leer Toronto no, obra particularmente compleja de Leonel Livchits"(¡continúe la lectura pinchando aquí!)

martes

"No estoy en esa maratón del sudor letrado" Entrevista a Lemebel

Hace un par de domingos, una porción de esta entrevista con Pedro Lemebel salió publicada en Cultura de Perfil. Autor de crónicas impresionantes -pocas de ellas fueron editadas en Argentina- y de una novela correcta, Tengo miedo torero, copia asumida de Puig y agotada hace rato. Violeta Gorodischer me prestó un par de libros que me faltaban; a esta altura, su obra circula más que nada en fotocopias. Hubo dos amagues -de Interzona y de Mondadori- para editar auí sus últimos libros, pero, no se sabe bien por qué, los intentos no terminaron bien.



Durante la dictadura de Pinochet Pedro Lemebel formó el colectivo de arte Las yeguas del apocalipsis. Todavía no incursionaba en la literatura pero dejaba en claro que su lugar era el de la incómoda provocación. Aunque los casilleros de la corrección social suelen ubicarlo en el lugar del freak, su obra (libros como Loco afán, Bésame otra vez forastero, Tengo miedo torero) es concebida desde un margen poco recorrido que increpa por igual, con tono rabioso, las crueles contradicciones de capitalismo y dictadura. El problema de género, campo de batalla política, se plantea entre dinámicos cruces culturales. Sus travestis no son glamorosas y pacatas estrellas de TV sino locas pobres, enfermas, atrapadas entre importados modelos de identidad y una realidad tercermundista. Los recorridos geográficos y sociales de sus libros ponen en conflicto la noción de centro y periferia, exceden la etiqueta fácil y lo colocan a él mismo en un campo de límites difusos; casi tensos. Sus crónicas de la marginalidad son potentes piezas literarias y agudos testimonios periodísticos que le dieron repercusión a su militancia y lo colocaron, al mismo tiempo, en la cima de los rankings de best sellers chilenos y en los programas de estudios de las Universidades latinoamericanas.
-
¿Qué sucede cuando un gesto transgresor como las performances de Las yeguas del apocalipsis se normaliza? ¿pierde efectividad?
-Hay algo de eso. Al llegar la democracia los mismos que nos aplaudían después nos vetaban del espacio cultural. Dejamos de ser las hermosas atrevidas y pasamos a ser dos bestias molestosas. Nunca lograron normalizarnos, neutralizarnos, incluso en la universidad de N.Y. declaramos que viejas y desdentadas igual mordíamos esa mano gringa que nos daba de comer. Nunca nos separamos realmente, la leyenda nos divorció sin despedidas. Los conceptuales de ese tiempo nunca nos invitaron a Buenos Aires. No cabíamos en su estética mezquina.
-¿Por qué fuiste ampliando las formas de intervención desde la performance a la literatura?
-Fue una sucesión continua, del tablao de la acción plástica a la radio y de ahí a las letras. Pero de alguna manera siempre fue la escritura. Las performances eran letras descalzas; analfabetos inflamados en estrellas de fuego, nombres falsos de bagatela luminosa, largas listas de nombres desaparecidos voceados en algún subterráneo de tortura, nuestra pioja biografía escrita a mano con faltas de orto-grafía. Hablamos por nuestro sexo y nuestro social popular.
-Hace un tiempo dijiste que la "crónica marucha" no compite con los géneros sacralizados....Sin embargo tus libros en Chile han llegado a ser best sellers. ¿A qué lo atribuís?
-Cuando dije crónica marucha no tenía claro de que hablaba. Sonaba bonito en el madrugar alcohólico. Y estos floreteos del lenguaje también me evitan dar explicaciones. Pero en rigor es cierto, la crónica me quedó como anillo anal y nupcial. También me puso más allá de los géneros en los cuales se baten a duelo los escritores de pluma clásica. Con respecto al best seller, los libros corren pirateados, alterados por la tinta clandestina. Aunque pierdo plata no me molesta.
-¿Por qué?
-Hace poco, caminando en la calle, me encuentro con una mujer que vendía mis libros pirateados en la vereda. "Yo soy el autor de estos libros", le dije con hidalga soberbia. "¿Usted es Lemebel?", me contestó asustada. "Sabe que no se vende nada…nada". Pensó que le iba a cobrar. "Es que lo queremos tanto, Pedrito". "No me quieran tanto, porque voy a terminar vendiendo al lado suyo", le dije entre risas. Me debo a esa calle, a esa mujer que panfletea mis letras bastardas.
-¿Tu configuración de artista marginal cambia al ser difundido por instituciones culturales clásicas y tener el lugar de "autoridad" que implica que te convoquen para una conferencia?
-En el margen eres fácil de fichar, estas ahí, más bien te colocan allí y te inmovilizan con esa piedad cristiana del pobrecito marica cronista. Me interesa más el clandestinaje, cruzar fronteras, sin que se sepa por dónde. "Cuando llega ya se ha ido", como dice Manu Chao. En esta conferencia (en el marco del Segundo Encuentro de Pensamiento Urbano) tampoco aspiro ser una voz letrada, autorizada... Igual, la máxima humildad se parece a la soberbia.
-¿El mercado banaliza los gestos políticos?
-La fiebre mercantil a veces produce otros comercios paralelos, incita la piratería, la copia no autorizada, el plagio, la reventa. Y quien nunca entro en una librería me encuentra a módico precio tirado en la vereda. Por eso la querida plebe me ubica más como personaje, en Planeta argentina no me quieren reeditar porque me encuentran muy local, como loca con "ele", te fijas.
-¿Por qué crees que la Academia le dio un lugar tan importante a tu obra, casi de inmediato?
-En las universidades me estudian con especulo académico, pero que le voy a hacer, a veces cae un algun estudiante admirador y nos trenzamos en una entrevista parecida a esta. Al final, le digo lujuriosa; apaga la grabadora y acercate mas.
-¿Qué lugar creés que ocupa tu obra en el campo literario latinoamericano?
-Me conocen más como personaje crónico, parece que no soy un producto exportable del Chile triunfal. Conozco a Bellatín en una situación ilegal, a Carlos Monsivais, al querido Echavarren, a Piglia por Beba en una cama de hotel, a la Moreno en noche de copas, a Diamela Eltit, al resto solo en revistas del faranduleo letrado.
-¿Ves la huella de tu obra en autores de las generaciones que te siguen? En Argentina, por ejemplo, Washington Cucurto te menciona como uno de sus referentes.
-Es bueno tener seguidores, siempre en mis presentaciones exijo un foco seguidor, te recorta de la sombra. Esa luz fluorencente te borra las ojeras. Cuando lei a Perlongher me trastorno, lo copie con dulce amargura, por eso es bueno tener ecos en otras mariquillas aspirantes a misses, después te sale tu propia ronquera de arrabal. A Cucu, claro que lo conosco, me ha publicado y valoro su proyecto cartonero que ahora lo hacen en Peru y Bolivia.
-En las últimas décadas, ¿viste algún cambio en el tratamiento de las clases marginales desde el poder o desde los discursos mediáticos? ¿Qué ocurre en específico con las travestis?
-En Chile ahora los pobres se hartan de electrodomesticos y se visten glamorosos en la ropa usada norteamericana. No parecemos pobres. Pero en los ojos nos sigue brillando la misma miseria, el mismo brillo triste que refulge obsceno con un mediatico resplandor.
-¿Cuál es tu lectura de que una mujer haya ganado las elecciones en Chile?
La presidenta establece un ansiado precedente, pero antes que ella Gladys Marin tambien se postulo a la presidencia con menos suerte. En su glorioso funeral, a lo Evita, vi llegar a Michell Bachelet algo marcial y con riguroso recato. Es la unica vez que la he visto de cerca. Pienso que le va a resultar difícil, la estan bombardeando con peticiones que a un hombre no se las habrian hecho con tanta violencia.
-¿Qué estás escribiendo ahora?
-Intento nuevamente la novela, mas bien la nouvelle como dicen los siuticos. Un libro corto de ciento cincuenta paginas, con cueva. Puede llamarse Malhecha no tiene amigas. Aunque aun esta fresca Adios Mariquita linda, que alla no conocen. Tampoco soy una coneja que saca un libro cada año. No estoy en esa maratón del sudor letrado.

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rom: Pedro Lemebel
To:
sbudassi@perfil.com.ar)Sent: Tue, 22 Aug 2006 15:22:37 -0300Subject: RE: Martes
Querida dime si te llegaron las respuestas porfa mira que estoy super preocupado. En la pregunta final donde dice el nombre de l libro que estoy haciendo debe decir MALECHA , sin hache. Ojala te guste y ponele una foto linda. Ve tu las faltas ortograficas. Si tienes alguna duda o pregunta dimela hoy o calla para siempre

viernes

Otras fotos (bonus track)

Pasan los días, no sé cuántos, no tener trabajo es malo para calcular el paso del tiempo, y como no hay comida y nadie quiere comprar vuelvo al supermercado de los chinos. El chino gordo, en la puerta, está a punto de cerrar. Rápido, rápido, dice. En su mano, el anillo que usaba aquel sábado en que terminamos borrachos. Lo saludo con algún gesto cómplice pero él no me reconoce o se hace el que no me reconoce. Imagino la pelea: el chino llega a su casa, su mujer lo insulta, le muestra el estado en el que, durante el temporal, han tenido que dormir los cinco o más hijos que tienen juntos, lo amenaza con dejarlo, él la golpea hasta hacerla callar; pero después él se arrepiente de los golpes, le compra un ramo de flores, ella sonríe.


En la góndola elijo fideos baratos, y como los imagino harinosos, sin sabor, agarro también un sobre de queso rallado. Mientras el chino pasa los productos por la lectora de códigos de barras vuelvo a intentar que me recuerde: ademán de botella a la boca, golpes contra la pared. Y justo cuando estoy seguro de que va a darme la mano o algo así dice tres pesos, cambio, cambio, tres pesos, rápido.

En casa, la lamparita que cuelga del techo de la cocina se enciende y se apaga dos o tres veces hasta que explota. Sólo la luz de la hornalla y el humo de los fideos. No importa. ¿Por qué el chino no quiso reconocerme?, ¿estuve antes con él? Sí, cómo pensar que no. Seguro que la familia y el negocio, para él, son mucho más importantes que el recuerdo de alguien como yo. Después, pruebo los fideos y ya están listos. Plato, vaso con agua de la canilla, queso rallado, bandeja, mesa. Cuando esparzo el queso sobre los fideos, el aroma, intenso, me invita a atacar el plato como si fuera un… El hambre hace deliciosa cualquier comida. ¿O será el queso? Reviso el sobre: la marca, los ingredientes, conservantes permitidos, qué más. Sí, también reviso la fecha de vencimiento. Pero no hay nada escrito ni troquelado en el papel. Sólo unas marcas que terminan donde hice el corte para abrirlo. Busco la parte cortada, la junto con la otra, el queso está vencido. No importa, el sabor está bien.

Foto: M.C.