lunes

Blade Runners

Volver a un clásico de género que nos marcó la adolescencia es poco recomendable. Me pasó hace bastante con It de Stephen King: si el libro todavía tiene algo de su antigua potencia, la película es francamente insoportable más allá de un consumo kitsch que, en circunstancias normales, se abomba como un pedazo de rosbif pasados los primeros y memorables “los mataré a todos” del hermano inteligente (aunque no menos perverso) de Ronald McDonald (por más que el guiño del pequeño Georgie desde una foto vieja todavía me erice la piel).
Pero lo del domingo a la mañana fue diferente. Había aceptado la sugerencia de Popi con pocas ganas: Blade Runner me había gustado mucho, y no quería arruinarla por dos o tres escenas agregadas para la versión en DVD. Pero me encontré con una película genial, donde el entorno tecnológico funciona como ruina que se superpone con la ruina (física, moral, sentimental) de todos los personajes, y donde ese efecto se hace más fuerte a medida que pasa el tiempo (mérito que sólo pertenece a Scott). Por más clonaciones y teléfonos públicos de video en tiempo real que haya, la ruina que Scott nos muestra en su ciudad futurista es mucho más pesada porque es una ruina social. Y todo cruzado por una historia de amor (imposible) entre un policía y una máquina, a diferencia de lo que pasa en Matrix, que supuestamente venía a reinventar el género pero donde los besitos entre langostas saltarinas lubrican como sólo puede lubricar una vaselina pacata, made in hollywood.
Ah, y por favor, no se olviden de J. F. Sebastian, genetista, inventor de juguetes.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran palabra pacata

Anónimo dijo...

Tu comentario delata,¿hernan vanoli?, cierto resquemor que esconde tu literatura.

Anónimo dijo...

tapaca, pataca, capata, pactaa, atcapa, aptaca, sal a la hamaca machaca la caca

Sonia Budassi dijo...

Lo decis por hollywood o por el guiño de georgie?