(...) Lo que Anderson construye como tragedias familiares que se proyectan hacia la dimensión íntima de pequeñas comunidades en viaje, bajo la mirada de Bruzzone se transforma en tragedias políticas centradas en la condición de hijo de desaparecidos. Nace entonces una poética del aturdimiento que, pese a cierta recursividad en la prosa, despliega una verdadera máquina de guerra capaz de establecer un quiebre generacional en lo literario y de reacomodar los modos de apropiación de una variedad de discursos heredados sobre la historia nacional. Esta propuesta, que podía leerse en ciertas partes de 76 (Editorial Tamarisco), su primer libro de cuentos, adquiere en Los Topos un desarrollo cabal y acaso inesperado.(...)
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