Excelente entrevista a Félix Bruzzone, por Roka Valbuena (gracias) en el diario Crítica de hoy.
"Se puede decir que Félix Bruzzone ha ingresado en la cancha de la literatura vistiendo la camiseta número 76. La editorial Tamarisco le dio la orden de que ingrese al campo de juego y Félix, que llevaba trotando al borde del césped tantos años ofreciendo sus textos por aquí y por allá, se puso la camiseta y entró a hacer su debut con 140 páginas. En el interior de la cancha están los mismos de siempre pateando las letras. Fogwill desnucando a los rivales, Ricardo Piglia pactando con el árbitro el alargue del tiempo, César Aira distraído mirando la platea y, entre medio de todos, cargando ocho cuentos, ha aparecido con sencillez Bruzzone.
Para Bruzzone el número de su camiseta no es casual: 1976 es el año de la vida y el de la muerte. Es el año en que nació. Pero también en el que aquellos que le dieron la vida, Félix y Marcela, fueron raptados por los militares. Es el año en que Félix Bruzzone, gracias a la dictadura, se transformó en un hijo de desaparecidos. Y, bueno, por todo eso, 76 –así, seco– se llama su primer libro de cuentos.
“Estos cuentos se mezclan con la autobiografía”, dice, con certeza, Bruzzone, maestro de primaria en reposo, actual limpiador de piletas de natación de la zona norte, casado, padre de dos hijos pequeños. Son ocho cuentos en los que la desaparición de sus padres flota en todos los relatos, pero, tal vez, con una mirada novedosa: Bruzzone no juzga a nadie. En sus cuentos hay más nostalgia que furia. Más humor que odio, siempre hablando desde su condición autobiográfica.
“La constante de los personajes es que son hijos de desaparecidos. Lo que pasa con alguien en esta condición es algo que no se lo tengo que preguntar a nadie, por eso sentí que era productivo literariamente narrar desde ese lugar”, dice el autor de 76.
Se enteró a los ocho años de que sus padres no habían muerto en un accidente. Su padre, piensa él, fue trasladado a Córdoba. Su madre a Campo de Mayo. Bruzzone cree que a Marcela la arrojaron al mar. Treinta y dos años después de ese suceso aparece en librerías la recopilación de su pacífica búsqueda personal. “En la literatura argentina, con respecto al tratamiento de la dictadura, hay una premisa muy fuerte sobre a quién ponderar y a quién no. Se dice que Videla era malo o que los militares eran malísimos. Pero mi idea de la literatura es que tiene que dar cuenta de los problemas, más que juzgar. El juicio lo hace el lector después”, lanza con toda tranquilidad. Y eso lo dirá después otra vez. Los malos no son siempre malos, dirá. Los malos también son humanos, dirá con la misma voz de reposo que aparece con letras en su libro.
–¿Usted siente que pertenece a una hornada de nuevos escritores? "
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(recuerde que, desde el interior, puede adquirir su ejemplar vía LIBRERÍA CAPITULO DOS)
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