"Pero lo que distingue a Objetos Maravillosos del registro de un diario es que el narrador prácticamente está ausente, o mejor dicho, dá la impresión de querer estar ausente.
Cuando el vendedor vende un anillo o un aro, vende una historia, algo que no se relaciona inmediatamente con el objeto; vende “Eleva tu glamour hasta las nubes”, “Brillitos embriagadores”, no vende anillos o no vende aros. En cada uno de sus objetos, Incadona hace notar la plusvalía, ese resto que no se vería ni siquiera si su objeto se rompiera con un martillo. Y esa plusvalía se parece a un mínimo relato, a una mínima muestra de literatura.
Así, lo que va pasando a través de Objetos Maravillosos, un libro que debería leerse en cualquier imagen que para uno represente el mito urbano, son mínimos esbozos de personajes, de anécdotas que Incardona cuenta y con las cuales parecería tener una relación de apropiación póstuma y no de experiencia presente. Melancolía de Villa Celina, melancolía de la banda del barrio, melancolía que estalla cuando Incardona le cuenta a un amigo de la infancia los cuentos que lo tienen como protagonista central."
Objetos maravillosos en un Mundo Playmóvil
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