domingo

Eugenia Zicavo lee Varadero y Habana Maravillosa


Nada es lo que parece: esa es la máxima que recorre Varadero y Habana Maravillosa, el primer libro de cuentos del sociólogo y escritor Hernán Vanoli. Historias que resultan familiares hasta que aparece algo fuera de lugar; un pequeño desfase que nos instala en un tiempo otro, apenas cercano, pero radicalmente distinto.

En el relato que da nombre al libro, una familia se va de vacaciones a Cuba con el clásico paquete all inclusive. Retratando los lugares comunes del consumo for export (que borra cualquier rastro de historia) aquí la moraleja no es ni la de David Lodge en Noticias del paraíso, ni la de Houellebecq en Plataforma. Vanoli siempbra pocas pistas, suficientes para instalarnos en ese universo que suponíamos conocido, pero que descubrimos dispar: un tubito de sangre exigido en el aeropuerto para salir del país, el sexo como lo conocemos como una práctica perimida (que sólo se sigue practicando en Cuba). Al abrir la puerta en el momento equivocado, la protagonista descubre a sus padres en una orgía que incluye cámaras de video voladoras, en una escena que recuerda a aquella de The Acid House, en la que un joven, convertido en mosca, revolotea por el cuarto en el que su madre sodomiza a su padre con una prótesis atada a la cintura.

En Funeral Gitano, otro de los cuentos, como en una versión rioplatense de Exterminio, de Danny Boyle, cuando la sospecha del contagio se instala, un grupo de militantes comprometidos (que saben de represión policial) pasan de corderos a lobos, “por el bien de todos”, sin pestañear.

Cuando creíamos haber aprehendido el mundo con sus bordes bien definidos, Vanoli hace lo que hace un buen escritor: pone una lente distorsionada que obliga a cambiar el foco, con la extrañeza de quien enciende una linterna y, en vez de alumbrar la oscuridad, apunta hacia el sol.

Eugenia Zicavo - Publicado en el suplemento Cultura del Diario Perfil, 18/04/10

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